Nuevo campo político
El panorama del campo político no parece encaminarse hacia la institucionalización de un sólido sistema de representación política.
Como se sabe, con la realización de las elecciones departamentales, regionales y municipales del próximo domingo concluye un largo e intenso ciclo electoral en el país. Más allá de los resultados de estos comicios y su incidencia en la llamada “división vertical” del poder, será necesario evaluar la reconfiguración del campo político, su rumbo y sus actores relevantes.
Luego de las elecciones generales de octubre del año pasado, que definieron el binomio presidencial y una nueva composición de la Asamblea Legislativa Plurinacional, el paisaje político se completará con la elección de gobernadores, asambleístas departamentales, alcaldes, concejales municipales y algunas autoridades regionales. Se habrá establecido así, tras la prórroga de mandatos, la conformación de gobiernos y órganos legislativos en el nivel central del Estado y en las entidades territoriales autónomas.
A reserva del nuevo balance de fuerzas resultante de los comicios subnacionales, bastante similar en tendencia a los años 2010 y 2015 (descenso de votación del MAS respecto a las elecciones presidenciales, victoria opositora en varias gobernaciones y ciudades capitales, tónica de dispersión), la cuestión fundamental tiene que ver con el modo en que se reconfigura el campo político. Parece cambiar el sistema de partidos (hacia una pauta pluralista) y hay señales de crisis de representación política.
En relación al gobernante MAS, autodefinido como “instrumento político”, si bien es hoy la única fuerza política con presencia en todo el territorio nacional y obtuvo una nueva victoria electoral con mayoría absoluta, debe afrontar la fisura entre su dirigencia partidaria, con débil legitimidad, y las organizaciones sociales del Pacto de Unidad. La disputa interna, con previsibles efectos de corto plazo y el reto de renovación de liderazgos, debe resolver también el lugar y futuro de Evo Morales.
En el campo de las oposiciones, en tanto, predomina la debilidad orgánica, la fragmentación y la ausencia de un proyecto de país con respaldo popular. Comunidad Ciudadana, alianza nominal, parece dedicada al activismo en la Asamblea Legislativa. Creemos es una fuerza replegada en lo regional. UN y Demócratas no tienen asambleístas nacionales ni tendrán presencia relevante en las entidades autónomas. Y los otros partidos: PAN-Bol, MTS, PDC, MNR, FPV y ADN, deambulan entre lo testimonial y la marginalidad.
Cierto que hay una centena de organizaciones de alcance departamental o local, algunas de las cuales obtendrán cargos de gobierno y de representación, pero salvo excepciones son únicamente siglas con candidato que se activan en elecciones. El panorama del campo político en Bolivia, pues, no parece encaminarse hacia la institucionalización de un sólido sistema de representación política. Las señales más bien son de crisis. La calidad de la democracia tiene aquí una decisiva asignatura pendiente.