Cuidado, vacunas, paro
Si el optimismo gubernamental deviene en gestión exitosa, a fines de año toda la población boliviana estaría vacunada.

En medio de la persistente pandemia por el coronavirus, cuya segunda ola en el país parece haber ingresado en fase de meseta, predominan diferentes lógicas, unas complementarias, otra contradictoria. Las complementarias son el esfuerzo por el autocuidado y la esperanzadora —aunque todavía incierta— vacunación. La lógica contradictoria es el paro médico en plena emergencia sanitaria.
Tras varias semanas de rebrote de contagios por COVID-19, que desnudaron nuevamente las precarias condiciones de nuestro sistema de salud, marzo llegó con menos casos y con centro en el arribo parcial de vacunas y el anuncio del inicio de la “vacunación masiva”. Si el optimismo gubernamental deviene en gestión exitosa, a fines de año toda la población boliviana estaría vacunada. Es la apuesta mayor, digamos estructural, a nivel global, para enfrentar la pandemia en sus siguientes olas y sus nuevas cepas.
Más allá del insuficiente esfuerzo del gobierno de Arce por mejorar las condiciones de salud pública en la renovada emergencia sanitaria, y del disímil acompañamiento de las entidades territoriales autónomas, la invocación principal tiene que ver con la responsabilidad ciudadana del autocuidado. Con pocas y deplorables excepciones, incluidos algunos actos de campaña electoral, las hoy elementales medidas de uso de barbijo, distanciamiento social e higiene de manos han sido asumidas por la población.
La necesaria, aunque limitada, voluntad estatal; la apuesta por la vacunación masiva, cuya gestión logística es compleja; y la responsabilidad asumida del autocuidado, configuran en lógica complementaria un núcleo de esperanza en el país ante la violenta pandemia. Y contribuyen a sustentar en democracia la “nueva normalidad” en un contexto de delicada crisis socioeconómica. Que sea sin cuarentenas rígidas, sin militares en las calles, sin compras con sobreprecio, sin vuelos de helicóptero con agua bendita.
A contramano, en lógica contradictoria, la dirigencia médica y sus organizaciones optaron por el paro, hoy prolongado por otros 15 días. ¡En plena emergencia sanitaria! Es evidente que algunas de sus observaciones a la vigente Ley de Emergencia Sanitaria son atendibles y pueden ser moduladas en la reglamentación correspondiente, pero resulta innegable que también están defendiendo prebendas corporativas e intereses privados, como lucrar con la salud y cuidar sus privilegios excluyentes de gremio.
A favor de los médicos, que están en primera línea en la lucha contra la pandemia, puede decirse que, en su más reciente comunicado, decidieron apoyar el proceso de vacunación ( faltaría que no lo hagan, tras haber recibido la vacuna). Optaron también por reforzar los servicios de emergencia y atención de COVID-19. Pero insisten en el paro, en convocar marchas, en dejar sin personal los servicios de salud pública. No es la primera vez. Ojalá pronto converjan en el compromiso de cuidar el derecho a la vida.