‘Evaluación profunda’
Evaluación profunda e impostergable, es lo que requieren las fuerzas políticas del país.
Tras la derrota del pasado domingo en la disputa electoral por cuatro gobernaciones departamentales, la dirigencia del gobernante MASIPSP asumió la necesidad de realizar una “evaluación profunda”. No se sabe el alcance de tal evaluación ni su profundidad, pero ciertamente debiera ir más allá del desempeño electoral. Algo similar se espera que hagan las fuerzas políticas de oposición.
Las elecciones generales 2020, primero, y los comicios departamentales, regionales y municipales 2021, después, definieron el paisaje de las nuevas autoridades y representantes electos en los diferentes niveles del Estado. Las urnas brindaron también mensajes importantes sobre la recomposición del campo político y, en especial, acerca de la fortaleza o debilidad de los partidos y alianzas. El nuevo mapa político requiere un amplio análisis, para empezar, de las propias organizaciones políticas.
A reserva del debate político, y sus interpretaciones, respecto a quiénes salieron ganadores y quiénes fueron derrotados en los comicios, es evidente que, concluido el largo ciclo electoral, las fuerzas políticas requieren un ejercicio de examen y autocrítica. En el caso del MAS-IPSP, la contundente victoria con mayoría absoluta del binomio Arce-Choquehuanca debe analizarse de manera integral con el desempeño en las gobernaciones y municipios. El balance será más complejo que las declaraciones.
Si bien el partido oficialista mantiene hegemonía a nivel territorial, con alto número de alcaldes electos y fuerte presencia en las asambleas departamentales, tuvo malos resultados en las ciudades capitales y ganó solo en tres gobernaciones, a diferencia de las seis que obtuvo en las elecciones de 2010 y 2015. Ese balance claroscuro motiva el anuncio de “evaluación profunda” planteado por los presidentes del Senado y de Diputados. Ello seguramente supondrá identificar equívocos y, en su caso, “culpables”.
Pero mal haría el MAS-IPSP, bajo liderazgo del expresidente Evo Morales, si se limita a examinar su desempeño electoral y hacer comparaciones simples (“estamos igual que el 2006”). Pareciera que el reto es más bien estructural, de discusión orgánica, de reflexión programática, de apuesta por la renovación de liderazgos, de democratización interna (en especial en las direcciones departamentales), en fin, de su situación y proyección como instrumento y como proyecto político. No basta el ajuste de cuentas.
El mismo desafío de autoexamen crítico cabe para las fuerzas políticas de oposición. Comunidad Ciudadana, Demócratas, Unidad Nacional, Sol.bo, entre otros grandes derrotados (y ausentes) de los recientes comicios, tendrán que mirarse ante el espejo de su existencia política. ¿Lograrán articular un proyecto sólido que, más allá del activismo testimonial, seduzca a la población? ¿O seguirán perdiendo elecciones? Evaluación profunda, e impostergable, es lo que requieren las fuerzas políticas en el país.