Frente a la tercera ola
Esta es la primera prueba de que el Gobierno y las autoridades subnacionales pueden trabajar conjuntamente.
Las estadísticas epidemiológicas están confirmando la tercera ola de contagios de COVID- 19 en el territorio nacional. La vacunación masiva es urgente, pero mientras no llegue a un nivel suficiente de cobertura, no impide que la enfermedad se siga expandiendo. Urge reforzar las estrategias integrales para encarar esta nueva emergencia, incluyendo restricciones bien pensadas.
Desde inicios de este año ya se había perdido la esperanza de que la salida de la pandemia sea fácil y rápida. Muchos países han experimentado nuevas oleadas de la enfermedad, algunas incluso más agresivas que las del año pasado. En varios lugares, como Chile, los contagios y decesos han seguido siendo elevados pese al notable avance de la vacunación masiva.
Como afirmaron muchos expertos, la inmunización es la solución, pero solo en la medida que su cobertura alcance a una proporción apreciable de la población con todas las dosis administradas. Mientras tanto, hay que mantener la vigilancia epidemiológica, persistir en el distanciamiento social y estar preparados para manejar las casi inevitables aceleraciones del contagio. Se trata de una guerra de largo aliento en la que no habrá descanso hasta bien entrado el próximo año.
Ante el aumento rápido de contagios y por tanto de enfermos y de decesos en el país, no queda otra que articular toda la panoplia de acciones de prevención, detección y tratamiento que se han probado desde el año pasado. Se esperaría que las penurias que se han vivido nos hayan aportado lecciones valiosas sobre lo que funciona, pero también sobre lo que no se debe hacer.
Obviamente hay que exigir de todas las administraciones públicas una movilización intensa de recursos y mucha coordinación para realizar pruebas masivas, distribuir medicamentos, controlar la salud de los ciudadanos y reforzar los servicios de terapia intensiva. Esta es la primera prueba de que el Gobierno central y las autoridades subnacionales recién posesionadas pueden trabajar conjuntamente para el bien de la población. Ojalá cumplan esas expectativas.
Por otra parte, se vuelve a plantear la cuestión del endurecimiento de las restricciones de movilidad o incluso el retorno a una cuarentena rígida. Las evidencias en favor o en contra de medidas radicales en este campo no son concluyentes, habría que preguntarse también si hay alguna chance de que la población las cumpla dada la grave situación económica.
Sabemos sobradamente que se precisa de un grado elevado de distanciamiento social y de intensificación de las prácticas de protección biosanitaria. No es pertinente argumentar que poco se puede hacer frente al riesgo de colapso de los servicios sanitarios. No habría, por tanto, que descartar medidas que intensifiquen algunas restricciones para evitar grandes aglomeraciones y fuentes de masivo contagio de las que ya se tiene evidencia. En eso deberíamos ser pragmáticos, inteligentes y oportunos.