24 de mayo
La discriminación es un problema que excede los límites de la política (aunque políticos son sus efectos).
Desde 2009, esta fecha sirve para recordar al país el Día Nacional contra el Racismo y toda forma de Discriminación, en recuerdo de uno de los momentos más dramáticos de la historia reciente, cuando un 24 de mayo de 2008 un grupo de indígenas fue humillado en la plaza principal de Sucre. Desde entonces hasta ahora hubo algunos avances normativos, pero pocos en la práctica.
Lo sucedido ese 24 de mayo, y que sacudió la conciencia de gran parte de la población boliviana, no fue sino el clímax de una escalada racista desatada desde el inicio de la Asamblea Constituyente en 2006. No es que el racismo y la discriminación basada en el color de la piel o el origen étnico cultural de las personas hubiese empezado entonces, pero sí está demostrado que fue en ese momento refundacional que los estratos más conservadores de la sociedad, no solo de Sucre sino de todo el país, sintieron que se estaba produciendo una transformación en las relaciones de poder, que les resultaban inaceptables.
Un efecto de ese acto fue la aprobación, en 2010, de la Ley contra el Racismo y toda forma de Discriminación, que fue tenazmente resistida por representantes de los medios de comunicación, que entonces revelaron su incapacidad de comprender no solo los verdaderos alcances de la norma, sino sobre todo la verdadera función de la comunicación social, si es que no estaban, como en muchos otros aspectos políticos, defendiendo sus privilegios de piel y de clase. A 11 años de promulgada la norma, los resultados de su aplicación son exiguos, y por ello frustrantes, incluso si entre ellos está la sentencia a seis años de prisión para las y los instigadores de la agresión en la plaza 25 de Mayo de Sucre en 2008.
La falta de voluntad para activar todos los mecanismos que la ley habilita a fin de establecer ejemplarizadoras sanciones a quienes defienden, en el discurso y en la práctica, la supremacía de unos sobre otros solo por su color de piel o su contexto sociocultural (de las mujeres ni hablar, pues las discriminaciones y violencias que sufren no se han resuelto ni con una ni con muchas leyes), tiene que ver con que racistas no solo son los mal llamados “blancos”, sino también con que el racismo se ha convertido en una razón que agranda las brechas entre unos y otros, y sigue siendo empleada para trazar diferencias políticas, e incluso estigmatizar a toda una sociedad, como ha sucedido hace pocos días con una desafortunada declaración del expresidente Morales.
Hace falta, pues, mucho trabajo, que debe comenzar en la escuela y en la familia con los miembros más jóvenes de la sociedad. La discriminación es un problema que excede largamente los límites de la política (aunque políticos son sus efectos) y que debe ser encarada con más y mejor empeño por parte de las autoridades de todos los niveles gubernativos del Estado, pero también de la sociedad y sus líderes. No hacerlo bien es condenarnos a seguir reproduciendo la violencia cotidiana.