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Fines de ciclo

Los cambios políticos se están acelerando en América Latina. Los dos paradigmas políticos que se impusieron a inicios de siglo se han agotado. Primero se debilitó el neo-desarrollismo de izquierda y ahora se ha desatado la crisis de los neoliberalismos más emblemáticos: Colombia, Perú y Chile. El problema es que las alternativas a ambas orientaciones tampoco han emergido con claridad.

 Indudablemente estamos viviendo tiempos turbulentos en los que hasta lo más sólido parece disolverse. El malestar social con el estado de las cosas ya venía desde hace varios años, presionando a todos los regímenes políticos y desprestigiando a las dirigencias. La pandemia y sus secuelas han solamente exacerbado esas incertidumbres.

Estos procesos de cansancio afectaron primero a varios de los modelos de la izquierda progresista que gobernaron a grandes países latinoamericanos desde inicios del siglo. El Brasil lulista, la Venezuela bolivariana, el kirchnerismo argentino y el correísmo ecuatoriano entraron en crisis y/o fueron alejados del poder. Algún apresurado habló del fin de un ciclo y de una automática predominancia de un neoliberalismo de derecha como nuevo eje ideológico de la región.

Sin embargo, la historia da vueltas inesperadas. Desde hace dos años, las bases de los regímenes neoliberales más sólidos en la región están crujiendo. Su agotamiento se reveló primero con sendos estallidos sociales que cambiaron totalmente la agenda política en principio en Chile y luego en Colombia.

En el primer caso, las calles desencadenaron la pérdida de confianza y la capacidad de gobierno no solo de las élites políticas, sino incluso del poder empresarial, militar y religioso. Entre grandes movilizaciones y resultados en urnas que reflejaron el rechazo al establishment, hoy Chile está a las puertas de una Constituyente que parece que modificará la orientación de las políticas socioeconómicas que prevalecieron en ese país desde el fin de la dictadura.

Mientras tanto, Colombia se ha empantanado en una aguda oleada de protestas sociales, severamente reprimidas, que desestabilizaron a los herederos del uribismo y que auguran una elección futura apasionante y polarizada en la que la izquierda tiene una oportunidad de imponerse. Por si esto no fuera poco, la emergencia de Pedro Castillo en la segunda vuelta presidencial peruana y su estrecha victoria, rudamente cuestionada por las élites limeñas, suena un fin de etapa para los tres principales experimentos de política neoliberal de la región.

Son pues varias cosas las que parecen estar agonizando sin que haya tampoco mucha claridad sobre las nuevas orientaciones, políticas públicas y liderazgos que las reemplazarán. En eso, tanto las izquierdas como las derechas latinoamericanas aparecen más bien absortas ante la velocidad del cambio que preocupadas en buscar respuestas. Son tiempos interesantes pero que se pueden volver peligrosos si no hay liderazgos e ideas que reencaucen esta formidable demanda de transformación.