Empresas sociales
Hasta ahora hay al menos seis empresas que fueron salvadas por sus obreros.
Una de las más notables innovaciones introducidas en la Constitución Política del Estado vigente desde 2009 es la disposición que habilita la organización de “empresas comunitarias o sociales” en caso de que los propietarios de éstas se declaren en quiebra o las abandonen de forma injustificada. Hasta ahora hay al menos seis empresas que fueron salvadas por sus obreros.
Se trata de las industrias Polar, famosa por sus frazadas de fibra; Punto Blanco, de confecciones en lana; Inal, fabricante de los helados y otros productos lácteos de la marca Panda; Cerámica Victoria; Sendtex, de confecciones en tela de algodón; y Prossil, que fabrica productos de goma. En la Confederación General de Trabajadores Fabriles de Bolivia tienen el dato de otras dos empresas que se suman a la lista: Mazal e Industrias Lara Bisch.
Todas ellas están en manos de sus trabajadores, algunas desde 2018, y las y los obreros a cargo intentan superar los obstáculos y vacíos jurídicos que dificultan la constitución definitiva de estas empresas sociales. El artículo 54, parágrafo 3 de la CPE establece que las y los trabajadores podrán “reactivar y reorganizar empresas en proceso de quiebra, concurso o liquidación, cerradas o abandonadas de forma injustificada” para conformar empresas comunitarias o sociales; la Ley 1055, de Creación de Empresas Sociales, promulgada el 1 de mayo de 2018, establece los mecanismos, aunque éstos, al parecer no son del todo claros ni expeditos.
Según el máximo ejecutivo de la confederación de fabriles, el que las y los trabajadores hayan asumido la administración de estas empresas es una buena señal, sobre todo porque pese a que los propietarios originales aseguraban estar en bancarrota o tener problemas para asumir sus obligaciones, ahora “están sobreviviendo y pagando de manera puntual los salarios y las deudas que han dejado los empresarios”.
Entre los factores de éxito señalados por algunos de los gestores de las empresas a este diario se cita la fidelidad de las y los clientes, el mantenimiento de la calidad en los productos fabricados y que “nadie baja los brazos”. Cabe preguntarse hasta dónde está dispuesto el Estado a cumplir su obligación constitucional de “coadyuvar a la acción de las trabajadoras y los trabajadores” que dan el paso de reemplazar a sus patrones en la tenencia y administración de las industrias.
El otro factor de éxito es la solidaridad. Por ejemplo, cuando se hizo pública la quiebra de la fábrica Inal, muchas personas se apresuraron a comprar los helados Panda y algo similar pasó con las fábricas de confecciones, lo cual nos recuerda que es posible escapar a algunas determinaciones del capitalismo cuando se trata de asegurar el sustento de la clase trabajadora y, sobre todo, de favorecer el desarrollo industrial del país, siempre asediado por las importaciones (legales y de contrabando), que con suerte favorecen a los comerciantes, pero a nadie más.