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Montañas de plástico

Aun año y cuatro meses de iniciada la pandemia por el virus COVID-19, la vida social se ha transformado en todo el mundo, y Bolivia no es la excepción; lo que a inicios de 2020 era apenas una tendencia hoy es parte de la vida cotidiana, desde los modos de consumo y de circulación del dinero, pasando por los servicios de entrega a domicilio, hasta los mayores volúmenes de desperdicio.

Cierto es que el salto a las formas digitales de la economía llevaba algo de retraso en el mercado boliviano, más a causa de la poca confianza que el sistema inspiraba en personas acostumbradas a manejar el dinero en efectivo que por falta de ofertas de toda clase para hacer transacciones bancarias y toda clase de intercambios comerciales, y por tanto la necesidad de reducir al mínimo el contacto entre personas al momento de la compraventa favoreció a la introducción de nuevos servicios financieros.

Así también ocurrió con la venta de bienes y servicios, que antes obligaba a la clientela a visitar el comercio en persona; luego de la cuarentena rígida el que más y el que menos hace compras a través de las aplicaciones de su teléfono inteligente; no pocos negocios que supieron adecuarse a las nuevas circunstancias remontaron la crisis con más o menos éxito; y muchos más fueron los negocios emergentes que despegaron viajando en las espaldas de repartidores en motocicleta.

Pero todo ese intercambio vino acompañado de un creciente uso de envases de plástico, envoltorios de película plástica y bolsas de todo tamaño y color, también de plástico. Así, si durante la primera ola de la pandemia, cuando el confinamiento forzoso obligó a muchas personas a depender de las entregas de alimentos en envases envueltos y embolsados, solo en la ciudad de La Paz se produjo casi 11 toneladas de plásticos en apenas dos meses, mayo y julio de 2020; en la tercera ola, casualmente durante los mismos meses de 2021, se produjo casi 20 toneladas de desperdicios plásticos.

El incremento de 85% en la cantidad de desechos plásticos que se produce en la ciudad es un peligro para el medio ambiente, pues indica que la conciencia ambiental respecto de los desechos plásticos, si alguna vez la hubo, está en franco retroceso. Más graves que las consecuencias morales en la sociedad, son las que se producirán en el ambiente, dado que todo plástico tiene un proceso de descomposición extremadamente lento.

El Gobierno Municipal tiene en funcionamiento algunas iniciativas para clasificar, separar, aprovechar y reciclar los residuos plásticos, particularmente los livianos como botellas PET y otros envases desechables, lo mismo que algunas fábricas de objetos plásticos y de PVC, pero de seguro son insuficientes para lidiar con las montañas de plásticos que se generan diariamente. Los esfuerzos por reusar y reciclar el plástico deben ser acompañados de constantes mensajes educativos que pongan freno a la cultura del desperdicio.