Mañas y no razones
De nada sirvieron las invocaciones del Vicepresidente a retomar la calma.
La semana pasada, un impasse entre la Alcaldesa de El Alto y el Gobernador de La Paz impidió que la primera participe de una reunión del Comité de Operaciones de Emergencia Departamental (COED) de La Paz en la que se adoptaron algunas importantes decisiones. Los argumentos de una y otro revelan, más que diferencias ideológicas, incapacidad de concertar por un bien mayor.
No son los únicos; el viernes, en ocasión de conmemorarse el 196 aniversario de la creación de la República (esa que muchos opositores echan de menos sin saber que aunque el nombre del país ha cambiado conserva el modo de gobierno y las instituciones republicanas), las y los asambleístas de oposición pretendieron de manera violenta y soez impedir que el Presidente del Estado termine su discurso de ocasión, solo para recibir la repuesta de la bancada oficialista, en idénticos términos.
Según reportes periodísticos, el miércoles último, cuando estaba convocada la reunión del COED paceño, la Alcaldesa de El Alto llegó a la cita acompañada de dirigentes de organizaciones de la sociedad civil y se le impidió el paso; la razón esgrimida por el Gobernador para explicar tal decisión es que era un grupo demasiado numeroso y que la sala de reuniones no tenía suficiente espacio dadas las restricciones de bioseguridad.
La jefa del gobierno local alteño denunció en cambio discriminación y se retiró sin participar de la reunión, anunciando que tenía propuestas para “masificar nuestros puntos de vacunación” y reclamando que el “COED ya no defiende la salud, sino defiende pugnas políticas”, en tácita aceptación del problema que la separa del Gobernador de La Paz.
Por su parte, las y los legisladores de oposición empañaron el acto de aniversario patrio, primero poniéndose de pie pero de espaldas a la testera desde donde hablaron el Presidente y el Vicepresidente, y luego prorrumpiendo en gritos cuando se mencionó que el gobierno transitorio es considerado de facto, fruto de una ruptura constitucional. Como evidencia de que todo estaba pensado de antemano, enarbolaron carteles con la palabra “fraude”.
Esta actitud, que revela el comportamiento pueril de una oposición que desde el día de su posesión se ha mostrado impotente para ejercer una verdadera labor parlamentaria, fue prontamente respondida por las y los asambleístas del oficialismo, que hicieron exactamente lo mismo: gritar y mostrar carteles, estos con la palabra “golpe”. De nada sirvieron las invocaciones del Vicepresidente a retomar la calma.
Se trata, pues, de nuevas muestras de la pobreza a la que ha sido reducida la práctica política en el país, donde priman las mañas más elementales de la acción colectiva y prácticamente nada de institucionalidad, pese al mandato constitucional que tienen todas y todos los nombrados en este comentario. La obcecada búsqueda de argumentos para descalificar al adversario y la incapacidad de encontrar razones y vías para salir del empate solo auguran tiempos oscuros para el país.