Emergencia educativa
Sería un error pensar que basta con normalizar y volver a las aulas para resolver el problema.
Debido a la pandemia, el sistema educativo no está logrando retornar a un funcionamiento normal en todo el territorio. Si la situación no mejora, muchos estudiantes habrán acumulado rezagos educativos preocupantes por casi dos años. Por tanto, urge empezar a diseñar políticas y nuevos programas de emergencia que apunten a recuperar algo de este tiempo perdido.
Según reportes oficiales solo una fracción de los establecimientos educativos está brindando servicios de educación presenciales, principalmente en algunas zonas rurales, en la mayoría de las localidades y grandes zonas urbanas se han implementado esquemas semipresenciales o únicamente digitales. Lamentablemente, hasta que la pandemia no sea controlada sostenidamente parece muy poco probable que la normalización de todo el sistema educativo se concrete.
Reconociendo los esfuerzos realizados en este año por el Gobierno para fortalecer las plataformas digitales y televisivas para la educación a distancia y para avanzar paulatinamente hacia esquemas con mayor presencialidad en ciertas condiciones, es posible que un número apreciable de estudiantes termine recibiendo únicamente formación a distancia por casi dos años.
Aunque la educación digital es una opción, hay evidencias sobre sus debilidades en términos de calidad por la falta de equipamientos, recursos para acceder a internet o el débil apoyo de los padres en un contexto en que se requiere más involucramiento de su parte. Esos problemas se concentran además en las familias más pobres, lo que nos sugiere que se está consolidando un aumento significativo de la desigualdad en el acceso a la educación en estos largos meses de pandemia.
No hay que olvidar que estas pérdidas de tiempo y calidad educativa tienen impactos de mediano y largo plazo en las capacidades de los estudiantes afectados y en sus posibilidades futuras de mejorar sus condiciones de vida. Por todas esas razones, éste es quizás uno de los problemas más grandes que deberán resolver el Gobierno y toda la sociedad.
Obviamente, es importante que se sigan haciendo todos los esfuerzos para ir normalizando poco a poco la prestación del servicio y mejorando los instrumentos y condiciones para la educación a distancia. Sin embargo, es también pertinente empezar a pensar en una ambiciosa política de emergencia, con una perspectiva de mediano plazo, que tenga como objetivo una nivelación rápida y agresiva del desempeño educativo de todos los estudiantes una vez que las escuelas abran sus puertas, pero particularmente de aquellos que hayan sido los más afectados por el cierre de los establecimientos educativos.
Sería un error pensar que basta con normalizar y volver a las aulas para resolver el problema. Sin un esfuerzo particular y de gran magnitud, las secuelas de la crisis pandémica en las capacidades de nuestros hijos e hijas nos podrían acompañar lamentablemente por un largo tiempo.