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Porvenir en la memoria

El 11 de septiembre es una fecha cargada de recuerdos, y los medios de comunicación del mundo la asocian con los ataques perpetrados en 2001 en Estados Unido; otros, con mejor memoria, con el ataque al Palacio de la Moneda y el golpe de Estado de Augusto Pinochet en Chile en 1973. Los menos recuerdan que ese día en 2008 hubo una balacera fatal en Pando.

El 11 de septiembre de 2008 fue un día de tragedia motivada por un odio desatado a propósito de la resistencia de las élites al gobierno instalado en 2006, el que por primera vez en la historia había obtenido más del 50% de los votos, que había resultado fortalecido en un referéndum revocatorio meses antes y que impulsaba contra viento y marea una nueva Constitución Política del Estado.

Entonces, identificados con el nombre de “media luna”, los prefectos de Tarija, Santa Cruz, Beni y Pando, apoyados por sus respectivos comités cívicos, articulaban medidas de resistencia contra las decisiones gubernamentales empleando como acicate de la movilización ciudadana el regionalismo y el racismo. En Pando, particularmente, se había creado las condiciones para rechazar en la capital a los campesinos, asociados con una supuesta ola migratoria de colonizadores “de occidente”.

Ese día trágico, los campesinos de varias regiones del departamento tenían planeado llegar hasta la capital, Cobija, para tomar las oficinas del Instituto Nacional de Reforma Agraria, supuestamente amenazadas; los ánimos se habían ido caldeando durante los días previos a la movilización y el entonces prefecto, Leopoldo Lopez dispuso el uso de maquinaria del gobierno departamental para cavar zanjas que impidiesen el paso de los movilizados; a uno de los puntos llegó un grupo armado, que fue el que luego disparó contra la columna de campesinos y terminó causando 13 muertes.

Días después, el Prefecto fue arrestado en la puerta de su oficina y trasladado hasta La Paz para ser sometido a juicio, acusado de haber sido el autor intelectual de lo que desde entonces se conoce como Masacre de Provenir. El proceso duró casi nueve años, al cabo de los cuales el imputado ya había logrado el beneficio de la prisión domiciliaria; la sentencia lo condenó a 15 años de prisión. En diciembre de 2019, a pocos meses de cumplirse la sentencia, el gobierno transitorio instruyó a la Justicia otorgar libertad pura y simple al exprefecto.

La abogada de las víctimas sostiene que el caso no solo ha terminado sin brindar verdadera justicia, sino que, lo que es peor, cada vez menos gente lo recuerda, y es posible que para las nuevas generaciones nunca haya existido. El problema no es solo que las víctimas terminarán en el olvido, lo cual ya es inaceptable, sino que en el futuro serán pocos quienes recuerden esta tragedia y puedan alertar de su posible repetición. Las causas que produjeron la matanza están todavía presentes entre la población.