Una cruzada educativa
No basta con impulsar el retorno a la nueva normalidad de los procesos de educación en todo el país.
Ya se va acabando el año escolar y parece pertinente empezar a pensar en la manera de ir reparando los graves daños que ha producido en la niñez y juventud del país la imposibilidad de realizar clases presenciales debido a la pandemia. No es suficiente con anunciar la normalización de los procesos de aprendizaje, también se trata de plantear algo novedoso y enérgico para recuperar lo que se ha perdido en estos casi dos años.
Aunque durante la gestión 2021 se han hecho esfuerzos loables por mejorar la prestación de servicios educativos pese a que persiste en el país el riesgo de la pandemia, apenas un porcentaje reducido de establecimientos ha retornado a algún esquema con un grado significativo de presencialidad. La mayor parte de estudiantes ha continuado cumpliendo el año escolar en clases virtuales o en un esquema semipresencial limitado.
Por otro lado, si bien la tecnología ha mejorado mucho desde el inicio de la pandemia y las capacidades de padres, docentes y estudiantes se han ido adaptando al nuevo sistema de aprendizaje a distancia, lo cierto es que las barreras y desigualdades ligadas a estos nuevos métodos siguen siendo inmensas.
El problema no es únicamente que muchos ciudadanos no tienen suficientes recursos para adquirir dispositivos adecuados para la educación virtual o poder financiar el costo del acceso a servicios de internet con velocidades razonables. El gran problema es que estas diferencias están sembrando gravísimas desigualdades en la calidad del aprendizaje. Tampoco es una novedad que, sin un apoyo permanente de la familia, que no todos pueden garantizar, la formación a distancia se hace cuesta arriba para un número preocupante de estudiantes.
Así las cosas, lo dramático es que la educación no presencial sin condiciones adecuadas está ampliando para el futuro de manera radical las desigualdades entre el conjunto de los bolivianos. El aprovechamiento y la calidad de aprendizaje no son los mismos cuando se utiliza un celular para conectarse a las clases y el apoyo de los padres es escaso porque éstos deben dedicarse a sus actividades económicas, que cuando se cuenta con varias herramientas para esos propósitos, incluyendo computadoras y pantallas inteligentes, y un constante apoyo de la familia.
En consecuencia, no basta con impulsar el retorno a la nueva normalidad de los procesos de educación en todo el país, el Estado debería preocuparse también por resolver las groseras distancias de oportunidades en un futuro cercano. Hay muchos niños y jóvenes que ya acumulan significativas desventajas frente a otros, solo por sus condiciones socioeconómicas. La prioridad debería ser achicar esas brechas, intentar recuperar el tiempo perdido. Las pistas que saltan a la vista tienen que ver con la innovación en metodologías, la planificación de un programa novedoso de recuperación focalizado en los estudiantes que más se han rezagado, la movilización de todos los recursos y la convocatoria a una gran cruzada nacional para hacerlo realidad. Lo que está en juego es el futuro de nuestras hijas e hijos.