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La victoria del ‘paro’

El “paro nacional” convocado el lunes por la oposición quedó restringido a una suerte de parálisis circulatoria en Santa Cruz, mientras que en la gran mayoría del territorio nacional las actividades fueron normales, con muy pocos puntos de bloqueo y escasos manifestantes. Sin esperarlo, el oficialismo recibió una victoria política coronada ayer con un masivo “wiphalazo”.

En los años del neoliberalismo y de la democracia pactada, asentados en los hoy extintos o residuales MNR, ADN y MIR, se asentó la narrativa de “las dos Bolivias”. Así, desde las élites dominantes se pretendía mostrar que había “una Bolivia que trabaja” (el Oriente) y “una Bolivia que bloquea” (el Occidente). El lunes la ecuación pareció invertirse en la calle con una fracción que “para” (o que pretendió hacerlo) y la otra que coreaba: “queremos trabajar”. Las narrativas, en todo tiempo, dan para todo.

Lejos de ser “contundente”, como evaluaron los promotores de la medida (en especial el Gobernador cruceño, el Comité Cívico y sus operadores mediáticos), el fallido paro político fue en todo caso la demostración de que la ciudadanía está más preocupada en superar la crisis económica y enfrentar la crisis sanitaria que en ir detrás de la polarización política. Diferentes estudios muestran que hay una sensación de agotamiento ante la disputa de relatos de los actores radicalizados de uno y otro lado.

Más allá del balance de un “paro” que deja mal paradas a organizaciones políticas como Creemos y Comunidad Ciudadana, resulta evidente que hay sectores sociales, como los gremialistas, cooperativistas y transportistas, genuinamente preocupados y movilizados por el proyecto de ley contra la legitimación de ganancias ilícitas y el financiamiento del terrorismo. La incapacidad del Órgano Ejecutivo para concertar la norma e informar claramente sobre sus alcances permite que se impongan distorsiones y falsedades.

Como sea, en lugar de “arrinconar” al Gobierno, como anunciaron algunos actores de la oposición, lo que en realidad hicieron con su medida fue darle una victoria política en las calles. Dicha victoria se fortaleció con la movilización realizada en desagravio de la wiphala, que flameó ayer en varios actos masivos. Claro que mal harían el oficialismo y el MAS-IPSP en creer que la persistente polarización política, las demandas sectoriales, los problemas de gestión, en fin, están resueltos a su favor.

Pese a su innegable mal cálculo político, algunos opositores persisten en la lógica de ultimátum y amenazas, anunciando un posible paro de 48 horas. Pareciera que todavía no logran asumir que fueron derrotados en las urnas y que el “segundo round” (sic), si quieren que se defina democráticamente, no será con acciones de desestabilización, sino en las próximas elecciones, con buenos candidatos y mejores programas de gobierno. Lo mismo debieran saber algunos oficialistas que apuestan por el enfrentamiento.