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Fuerza de la multitud

La llegada a La Paz, el lunes, de la marcha que siete días antes había comenzado en Caracollo, encabezada por el expresidente Evo Morales, fue una demostración de potencia traducida en la imagen de una multitud ideológicamente compacta. El evento responde sin embargo a un estilo de política que se ceba en la distinción y puede ser contraproducente para el debate democrático.

La llegada de la columna, que en su tramo final se calcula que reunía a 50.000 personas, y el acto de masas que, según los dirigentes, convocó a un millón o más adherentes fue a la vez reafirmación de la potencia popular que constituye la base del Movimiento Al Socialismo (MAS), capaz de movilizarse de manera orgánica y militante, espaldarazo para el presidente Luis Arce y reafirmación del liderazgo de Morales.

Para el Presidente la presencia de la multitud fue un claro mensaje de respaldo, que permitió al mandatario insistir en la idea de un riesgo para la democracia detrás de los discursos y los actos opositores. Si según el portavoz presidencial el evento relegitima al Gobierno, entonces también debería ser interpretado como un mandato de traducir ese respaldo callejero en fuerza política para no solo vencer, sino también convencer.

Para el expresidente, el multitudinario evento fue una poderosa reafirmación de su liderazgo. Allí donde muchas voces mencionaban quiebres en la heterogénea composición del Instrumento Para la Soberanía de los Pueblos, la voz de Morales se muestra como la única capaz de superar cualquier diferencia. Cabe preguntarse sobre el costo político de esas adhesiones en el corto y el mediano plazo.

Para al menos cinco dirigentes del Pacto de Unidad, el acto fue escenario para emitir un mensaje a la oposición afincada en Santa Cruz, incluyendo la amenaza de nacionalización de empresas cruceñas, proferida por el ejecutivo de la Central Obrera Boliviana, el mismo que en noviembre de 2019 se sumó a la sugerencia de los militares al entonces presidente de presentar renuncia. Para estos dirigentes, en parte, el éxito está en demostrar quién tiene la más grande convocatoria.

Si un acto de multitudes como el del lunes es un gesto hacia las minorías que reclaman sus derechos sin observar los de las mayorías, la reacción opositora fue previsible: desde titulares deplorables en medios de comunicación hasta pronunciamientos de líderes políticos descalificando la marcha: “de la división”, según Comunidad Ciudadana; para “demostrar odio hacia Santa Cruz”, según Tuto Quiroga; “maniobra” evista, según el Gobernador de Santa Cruz; “afrenta contra los cruceños, nacidos y no nacidos en esta tierra”, según el comité cívico cruceño.

Queda sin embargo la sensación de que no basta con las manifestaciones de fuerza, que son fácilmente interpretadas como amenaza, dando pie a una reacción elemental. La fuerza de la multitud debe ser convertida en fuerza para gestionar la agenda política y construir consensos que sirvan además para impedir nuevas aventuras inconstitucionales.