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El gran reto

En su discurso inaugural, el Presidente del Estado hizo pocas promesas, pero de gran calado. Una de ellas fue la sustitución de importaciones a través de la industrialización del país. Se trata de un reto de indiscutible importancia y urgencia, pero también, y sobre todo, de gran complejidad: se busca dar un paso que en los anteriores 15 años se vio demorado por una y otra razón.

Días atrás, en entrevista con este diario, el Ministro de Desarrollo Productivo y Economía Plural anunció que uno de los desafíos del Gobierno para el próximo año es “revitalizar la industria nacional”; como ejemplo de la decisión política adoptada, señaló que este año se ha invertido ya Bs 29 millones en el desarrollo de una planta de química básica y que se espera tener en 2022 los estudios de inversión, y un año más tarde la planta en pleno funcionamiento. Se espera que en 2025 se haya sustituido la importación del 100% de insumos químicos.

Los otros proyectos estratégicos incluyen dos plantas de producción de combustibles, una de diésel sintético y la otra de biodiésel, ambas para sustituir el 43% de las importaciones del energético, que por el subsidio que recibe representa un gasto oneroso para el Estado, favoreciendo la acumulación de capital de transportistas y agroindustriales, y dejando poco o nada para el erario público.

Otro de los proyectos de industrialización es el desarrollo de una industria farmacéutica que produzca insumos quimofarmacéuticos de primera necesidad, capaz de producir 800 toneladas de medicinas y sustituir hasta el 13% de los productos farmacéuticos importados. Concomitante con este proyecto es la creación de una industria medicinal y nutricional a partir de la hoja de coca, cuya meta hasta 2025 es industrializar 92 toneladas de la hoja cada año.

Son también proyectos del plan de industrialización la creación de una fábrica de vidrio plano, capaz de sustituir hasta el año del bicentenario el 22% de las importaciones; una de fertilizantes químicos, que transformará nitrógeno, fósforo y potasio en aditivos para la tierra productiva, reemplazando el 38% de las importaciones actuales, y finalmente una de aglomerados y multilaminados, capaz de producir 40.000 metros cúbicos de material para carpintería y otros usos de madera y sus derivados.

Puesto en papel, el plan parece excelente. Ahora toca instrumentar y desarrollar los planes hasta hacerlos funcionar, para luego asegurar su viabilidad. De las experiencias desarrolladas hasta ahora, se sabe que no todos los gestores de este tipo de industrias públicas tienen el compromiso de tener éxito; asimismo, hay la posibilidad de que el Estado compita con las industrias privadas, lo cual puede tener un efecto negativo en la inversión y los empleos que estas aseguran, así sean incipientes; tocará, finalmente, que se tomen todos los recaudos necesarios para evitar que la corrupción frustre este nuevo intento de industrializar el país.