Boric y la izquierda
La experiencia chilena será observada como una expresión renovada, contemporánea y ojalá exitosa.
La elección de Gabriel Boric a la presidencia chilena es una nueva demostración del momento de crisis y cambio que está viviendo América Latina. Se perfila en ese país vecino un inédito gobierno de una amplia coalición de fuerzas de izquierda con características propias que desafían y renuevan muchos de los dogmas e ideas de las fuerzas progresistas de la región.
Hace dos semanas, Boric, exdirigente estudiantil de 35 años, líder de una coalición partidaria conformada por fuerzas de la izquierda autónoma y el Partido Comunista, triunfó en las elecciones presidenciales chilenas, obteniendo un 55,9% de preferencias y 4,6 millones de votos, transformándose en el presidente con mayor votación en la historia de esa nación. Es decir, la victoria fue contundente y le dio un mandato fuerte.
Esa victoria se produce después de dos años de crisis y movilizaciones sociales que empezaron con el denominado “estallido social” de octubre de 2019, que obligó a replantear las bases mismas del modelo político y socioeconómico del país. Ese proceso llevó a la conformación de una Asamblea Constituyente que está redactando actualmente una nueva carta magna y, ahora, a la elección de un presidente de izquierda que pertenece a una nueva generación.
Los desafíos del nuevo presidente son enormes. Deberá acompañar la redacción y aprobación en un referéndum de una nueva Constitución, en la que se promete superar el modelo neoliberal que fue el rasgo de la política social y económica de los últimos 30 años. Al mismo tiempo, tendrá que mantener la estabilidad económica, enfrentar la pandemia y demostrar que puede existir otra manera de resolver conflictos como el mapuche o la cuestión migratoria.
Tareas difíciles en un contexto de removilización de las fuerzas conservadoras que lograron un 44% de votos con un candidato radical y pudieron empatar en la composición de las cámaras legislativas. Boric deberá construir una alianza parlamentaria con los partidos de la ex Concertación y otras fuerzas para avanzar sus proyectos.
La izquierda latinoamericana ha recibido esta elección con gran alegría y esperanza, esperando que consolide una corriente progresista en el continente. Sin embargo, no está demás recordar que Boric representa una variedad de progresismo con características diferentes a otras fuerzas de similar signo de la región, más respetuosa de la diversidad y autonomía social, feminista y abierta a las disidencias sexuales y culturales, ecologista y sin temor a criticar los déficits democráticos de otros países sin importar el signo ideológico de sus dirigentes. Por todas esas razones, la experiencia chilena será observada con mucha atención, como una expresión renovada, contemporánea y ojalá exitosa del deseo de las mayorías sociales para construir un mundo mejor y más equitativo.