El después del 21F
Bajo ninguna circunstancia puede desconocerse el resultado de una votación.
Como ocurre desde 2016, el 21 de febrero es simbólico en la disputa política: para la oposición es el “día de la democracia”; para el oficialismo, el “día de la mentira”. Claro que el actual contexto es distinto al que había antes de las fallidas elecciones 2019, con la habilitación del binomio del MAS. Para no quedarse en las consignas, hay que construir la agenda post21F.
Contra todo pronóstico, a fines del año 2015 (poco después de las elecciones generales y subnacionales) se convocó por iniciativa legislativa a un referéndum para la reforma parcial de la Constitución Política del Estado. El MAS pretendía modificar el artículo 168 sobre la reelección para habilitar una nueva postulación de su binomio presidencial Morales- García Linera. Por supuesto la oposición en bloque rechazó la consulta. Y se puso en tensión la agenda política y la institucionalidad electoral.
La historia corta es conocida. El rechazo a la reforma, y por tanto el no a la reelección, ganó por estrecho margen en las urnas. La oposición festejó, aunque esperaba un resultado más abultado. Morales atribuyó su derrota a la guerra sucia, cuidadosamente ejecutada por operadores políticos de la oposición. Y en lugar de respetar sin atenuantes el resultado vinculante de la consulta, se dejó abierta la posibilidad de otras vías para la repostulación del binomio gobernante.
El atajo llegó en noviembre del 2017 mediante una sentencia constitucional, también vinculante, que con una curiosa interpretación del Pacto de San José se reconoció el derecho a la reelección indefinida. Para entonces el 21F se convirtió en bandera opositora. Era claro que la habilitación de Morales marcaría el proceso electoral. Y así fue. Hubo inéditas primarias, se votó en octubre de 2019, se cantó fraude, hubo movilización urbana, derrocamiento presidencial y los comicios fueron declarados “sin efecto legal”.
Luego de un año de régimen provisorio, las elecciones generales 2020 repusieron las urnas como fuente de legitimidad en democracia. Como Evo Morales no fue candidato, la bandera del “Bolivia dijo No” (a la reelección) se mantuvo en reserva para ser izada cada 21 de febrero, como recordatorio del referéndum y exigencia de respeto a la voluntad mayoritaria de la ciudadanía. Claro que desde la coyuntura crítica de 2019 la disputa política y de relatos siguió otros cauces, prolongando la polarización.
Seis años después de la consulta, es importante construir la agenda del después. La premisa es que bajo ninguna circunstancia puede desconocerse el resultado de una votación. Es fundamental también garantizar el estricto cumplimiento de la legalidad. Pero estos principios tampoco deben usarse como justificativo para un quiebre del orden constitucional. Y menos podrán ser la excusa para ejecutar y avalar masacres. El reto democrático es elegir y decidir democráticamente sin buscar atajos ni cantar “fraude”.