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Proteger la economía

Las perspectivas de la economía mundial están nubladas. No son únicamente las incertidumbres desatadas por la guerra en Ucrania, sino las presiones inflacionarias, el encarecimiento del crédito y la desaceleración del crecimiento que ya se percibían desde inicios de año. Nuevamente, una coyuntura imprevista es la que define la política, el Gobierno ya lo ha sugerido: la crisis no ha concluido.

Definitivamente el escenario económico de inicios de este 2022 no es el que se esperaba. La expectativa era que poco a poco se estaba dejando el peor momento de pandemia y contracción económica. La luz al final del túnel se precisaba y se esperaba una consolidación de la recuperación.

Esas esperanzas han quedado hoy en el olvido. Hace unos días, el vocero presidencial manifestó la preocupación del Presidente ante las consecuencias económicas de la crisis ucraniana e informó que se estaba monitoreando la situación para evitar que la recuperación del país se vea afectada.

Lo cierto es que la desestabilización ya se percibía desde inicios de año. Las proyecciones del crecimiento económico en casi todas las regiones fueron revisadas a la baja, empezó a preocupar la persistencia de las alzas de precios de insumos y materias primas, que aumentaron la inflación en casi todas las economías y que llevaron a los bancos centrales a endurecer las condiciones para nuevos financiamientos. El pequeño boom de 2021 empezó a agotarse.

Sobre lo llovido, mojado, la crisis ucraniana ha desestabilizado los mercados financieros globales y los precios de las materias primas y en particular del petróleo están en máximos. Varios especialistas auguran que se viene una grave recesión mundial de la actividad acompañada de alzas de precios, el peor de los mundos.

Para Bolivia el escenario es incierto, puede recibir algún beneficio del alza de las materias primas pero dado el peso que tiene la subvención al diésel en las cuentas públicas preocupa un barril a más de $us 110. Tampoco es buena noticia el encarecimiento del crédito, colocar bonos será aún más difícil hasta fin de año.

En pocas palabras, no es momento de ligereza en el manejo de las cuentas fiscales y de la restricción externa. Es verdad, el gobierno del presidente Arce no puede permitir turbulencias macroeconómicas que dañen la confianza y la recuperación, pero eso implica una gestión con mayores limitaciones. Parecería que el Gobierno se tiene que hacer a la idea de que la primera parte de su mandato estará marcada por el sello de la crisis. Ese no es un dato menor.