‘Implosión del MAS’
La disputa interna de un oficialismo ensimismado deteriora la gestión de gobierno.
Con especial intensidad, algunos operadores mediáticos de la oposición están concentrados en exponer las disputas en el MAS-IPSP. Y anticipan, más como deseo que en tanto evidencia, su pronta e “inevitable implosión” (sic). Mientras tanto, las inocultables divergencias en el partido de gobierno afectan la gestión pública e impiden construir una nueva agenda de futuro para el país.
Durante muchos años, diferentes actores de la oposición (política, cívica, mediática) se empeñaron en alentar la unidad para enfrentar al masismo, en especial en elecciones. Así fueron surgiendo iniciativas y consignas para tener una candidatura única, conformar un frente amplio o, al menos, tejer una opción ganadora en las urnas. Pese a diferentes intentos, algunos desesperados, no lo lograron. Y los opositores fueron cosechando sucesivas derrotas desde hace más de una década, incluidos los comicios 2020.
Luego de la coyuntura crítica de fines de 2019, que derivó en el derrocamiento del expresidente Morales y una ruptura constitucional con instauración del régimen provisorio de Áñez, los esfuerzos de la oposición (en especial de sus operadores en los medios) viraron con fuerza hacia el MAS-IPSP. Como las oposiciones son débiles, carecen de proyecto, no tienen presencia territorial ni liderazgo, la única forma de ganarle al partido de gobierno es apostar por su división en dos o hasta en tres facciones.
Pese a las tensiones internas, los golpes recibidos durante el gobierno transitorio y el cambio sustantivo que significó para el masismo un escenario sin Evo en la presidencia del Estado ni como candidato (por primera vez en casi dos décadas), el MAS-IPSP logró mantener la unidad en torno a un nuevo binomio presidencial que, una vez más, ganó en las urnas con mayoría absoluta de votos. La oposición siguió fragmentada y débil. Pero era evidente que algo estructural había cambiado en el “instrumento político”.
En la actual gestión de gobierno, las disputas y desencuentros internos en el oficialismo, que siempre existieron, se multiplicaron y pusieron en vitrina. El “factor Evo”, con su pretensión de postularse en 2025, genera tensión no solo en el bloque antievista, sino también puertas adentro en el MAS-IPSP. La lógica decisoria, antes centrada en Evo, ha cambiado. Y mal haría el masismo en minimizar esas pulsiones de división o atribuirlas exclusivamente a la derecha, la campaña mediática o “la traición”.
La cantada “implosión del MAS” no se ve cercana ni, menos, inminente. La expulsión de un diputado y voces disidentes no parecen suficientes para consagrar el cisma, aunque se lo aliente todos los días en titulares de primera plana. Habrá que esperar hasta la definición del binomio presidencial a fines de 2024. Lo más preocupante es que la disputa interna de un oficialismo ensimismado deteriora la gestión de gobierno. O peor: impide construir una nueva agenda de transformación más allá de administrar la crisis.