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Celebración sin alegría

Ayer en el país, como en otros lugares del mundo, la clase trabajadora celebró el Día del Trabajador, fecha emblemática para honrar el aporte de hombres y mujeres que día a día entregan su fuerza de trabajo soñando con mejoras para sí, su familia y la sociedad en que viven, pero también para poner sobre la mesa de debate el estado de los derechos laborales, cada vez más escasos.

En Bolivia, la celebración no fue tan alegre: muchos sectores, como suele suceder cada año, afirmaron que hay poco que celebrar: los gremios de empresarios, opuestos a cualquier forma de incremento salarial, incluyendo el exiguo 3% impuesto por el Gobierno este año; los pequeños y micro empresarios, que se identifican con los reclamos de los medianos y grandes; las y los cuentapropistas y gremiales, mayoría de la clase trabajadora, que no tienen empleador al cual reclamarle nada; y, finalmente, aunque sea irónico, fabriles y mineros.

Los empresarios industriales, comerciales y de servicios llevaban meses anunciando por separado o en comunicados conjuntos que cualquier incremento salarial es contrario a sus intereses, que resulta peligroso para la viabilidad de sus operaciones, con la pérdida de fuentes laborales como primer daño posible, y que cada punto porcentual de aumento salarial representa para el sector $us 100 millones adicionales en pagos asociados con sueldos y salarios. En respuesta, han obtenido una tibia reunión con el Ministro de Economía y Finanzas y ninguna concesión en materia de salarios.

Para fabriles y mineros, principales sectores en la Central Obrera Boliviana (COB), la fecha llega con “nada que celebrar”, según sus respectivos dirigentes, pese a su victoria en el incremento decretado. Según el ejecutivo de los fabriles, la nueva amenaza contra los trabajadores es el cierre ficticio de empresas, que luego continúan operando en negro y omiten sus obligaciones laborales. Los mineros, a su vez, lamentan la desaparición de proyectos mineros y el máximo dirigente del gremio cree que el sector necesita contar con una fuerte inversión para constituirse en una minería de clase mundial, que genere empleo sostenible.

Tampoco deben haber sentido ganas de festejar las y los trabajadores del sector público, exceptuando salud y educación, que irónicamente no fueron beneficiados con el ajuste salarial impuesto al sector privado, pese a que se espera que el Estado tenga la capacidad de generar empleos estables y de calidad, capaces de competir con la oferta privada.

En su discurso por el Día de los Trabajadores, el Presidente recordó las palabras del “viejo Marx” atribuyendo a la clase trabajadora la reproducción del capital y a la clase burguesa la apropiación de la riqueza, indicador no solo de la clara orientación política del gobierno electo con el 55% de los votos, sino también del modo en que se conciben las relaciones entre los diferentes agentes presentes en la sociedad. Es deseable, sin embargo, que la ideología encuentre su cauce en las condiciones materiales reales y deje campo a un necesario pragmatismo.