Corrupción policial
Basta con que un jefe sea corrupto para que su comportamiento afecte al resto de la tropa que tiene a su cargo.

Un nuevo escándalo ensucia a la Policía Boliviana. Esta vez un jefe de la Dirección de Prevención de Robo de Vehículos (Diprove) en Santa Cruz tenía en su poder un automóvil robado en Chile e internado ilegalmente a Bolivia. El caso se destapa pocas semanas después de conocerse que jefes de la Fuerza Especial de Lucha Contra el Narcotráfico (FELCN) encubrían a narcotraficantes.
No es la primera vez que se descubre que policías, habitualmente con rango de oficial, están coludidos con la delincuencia; es probable que tampoco sea un mal únicamente boliviano, sin embargo, es posible sospechar que en el caso de la Policía Boliviana hay, además de redes de protección y encubrimiento mutuo entre esos “malos efectivos”, como les llamó el Ministro de Gobierno, mecanismos que posibilitan la impunidad.
En el caso particular que hoy enloda la imagen de la “institución del orden”, se supo a través de una organización chilena llamada Grupo de Búsqueda de Vehículos (GBV), con apoyo de un medio de comunicación de ese país, que un automóvil robado en Calama estaba en la población cruceña de Yapacaní. Cuando los chilenos llegaron al lugar en busca del coche descubrieron que estaba guardado en una de las viviendas del jefe de la Policía Fronteriza de Uyuni, quien ya ha sido detenido y es investigado por las instancias correspondientes.
El reportaje difundido en la televisión evidencia además que los vendedores de automóviles “chutos” (es decir importados ilegalmente al país y sin documentación) tienen contacto permanente con los jefes policiales. El líder de GBV afirmó que “la mayoría de las recuperaciones que nosotros tenemos son (de) gente que son autoridades de Bolivia; del 100%, (solo) un 10% o un 15% son (de) civiles comunes”.
Al respecto, el Ministro de Gobierno y un jefe policial pidieron no estigmatizar a la institución “verde olivo” por el mal comportamiento de unos cuantos efectivos. El problema, sin embargo, es que en una institución cuyo principio rector es “subordinación y constancia”, basta con que un jefe sea corrupto para que su comportamiento afecte al resto de la tropa que tiene a su cargo. Al respecto, un exministro de Gobierno afirmó en entrevista con nuestro programa Piedra, papel y tinta que la corrupción policial no es algo nuevo y que en su gestión se pretendió hacer una reforma, que fue resistida por los propios jefes policiales.
Es, pues, muy grave que la institución designada por la Constitución Política del Estado para conservar el orden interno del país (especialmente en lo referido a la persecución de la delincuencia) sea señalada tantas veces y tan a menudo como fuente de corrupción y protección de quienes rompen la ley. La penosa imagen que hoy tiene la Policía es una de tantas razones para que gran parte de la población haya perdido el respeto a las normas e instituciones del Estado. Urge una reforma.