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Difícil inicio de gestión

Se cumple un año de nueva gestión en los municipios de La Paz y El Alto. Siempre es difícil empezar una nueva etapa, pero preocupa la ausencia de un horizonte claro sobre los problemas de ambas urbes y las transformaciones estructurales que se requieren para mejorar la calidad de vida de sus habitantes.

Administrar y dirigir una gran metrópoli nunca es una tarea fácil, aún más en estos tiempos de restricciones presupuestarias y emergencias continuas. Por tanto, sería injusto ser muy severos con el trabajo de las nuevas autoridades municipales ni concluyentes acerca de sus posibilidades de cumplir con sus promesas y mejorar la vida de los ciudadanos. Restan todavía cuatro años de gestión y grandes transformaciones deberían ser posibles.

Sin embargo, preocupa que, en este primer año, ambas autoridades hayan clarificado poco cuál es su horizonte estratégico y la manera cómo irán en el tiempo encarando los grandes problemas de estos dos grandes municipios. Tampoco se ha escuchado su opinión sobre el estado en el que los encontraron. Como en otros ámbitos de la política, ambos aparecen atrapados en las pequeñas cosas que implica la gestión cotidiana, intentos de llamar la atención que duran un clic en las redes sociales y una que otra incursión en la política nacional coyuntural.

Esa debilidad en el liderazgo se produce en un momento en el que el modelo de crecimiento de estas dos ciudades parece encontrarse en una disyuntiva. En la hoyada, su urbanismo, más que nunca, parece determinado por los constructores que apuestan por una densificación salvaje de todos los espacios y por el desborde en las calles del comercio informal en el centro y la ocupación de espacios públicos por negocios y restaurantes en las zonas con mayor ingreso, con el argumento de reactivar la economía. Privatización de espacios y debilidad de la política urbanística parecerían ser el tono. En unos años se verán sus resultados y no serán necesariamente favorables.

Mientras tanto, en El Alto, la gran oportunidad de poner a tono la infraestructura y el ordenamiento de la ciudad con la dinámica y modernización social que sus habitantes vienen impulsando, casi solos, desde hace décadas, se va alejando. Como anteriores gestiones, la nueva administración aparece atrapada en el manejo cotidiano de los conflictos y los mil problemas de esa aglomeración. Por eso, no estaría demás comenzar a impulsar algunas ideas o propuestas ambiciosas sobre el desarrollo futuro de esa ciudad emblemática de la nueva Bolivia. Tarea que lamentablemente no aparece en el horizonte.

A solo un año de gestión, nada está perdido; sin embargo, es evidente que ambos municipios requieren de un gran esfuerzo para repensar sus problemas y construir un proyecto serio para las próximas décadas. El tiempo apremia y en muchas dimensiones lo que se hace mal o lo que no se hace puede no tener retroceso.