Respirar teatro
Durante los últimos 10 días se organizaron 67 actividades relacionadas con las artes escénicas.

Luego de 10 intensas jornadas, ayer ha terminado la 13ª versión del Festival Internacional de Teatro de La Paz (Fitaz), un encuentro con las artes dramáticas que no solo sitúa a la ciudad sede de gobierno en el radar de artistas y críticos, sino también reconecta a la población con una de las formas más antiguas de las artes del espectáculo en Occidente.
No solo eso: el festival no se había realizado de manera presencial desde hace años, antes incluso del inicio de la pandemia por el COVID-19. La falta de apoyo de las instituciones públicas y de auspicios suficientes de las privadas hicieron cuesta arriba el camino de las personas que año tras año desde 1999 se dedican a reunir en los escenarios paceños a artistas de varios países con el público.
En total, durante los últimos 10 días se organizaron 67 actividades relacionadas con las artes escénicas, incluyendo, por supuesto, puestas en escena de obras para adultos, para niños y niñas, e incluso para públicos virtuales, aprovechando las nuevas tecnologías, además de espacios de formación, de intercambio entre artistas y gestores culturales, talleres y foros.
Numerosas reseñas publicadas en diversos medios, incluyendo la crítica diaria que encontró espacio en las páginas de la sección Cultura de LA RAZÓN, dan cuenta no solo de un evento que resultó exitoso por la calidad de las presentaciones y artistas llegados de otras ciudades del país y del extranjero, sino también por la respuesta del público, que en gran parte de las presentaciones volteó la taquilla incluso días antes de la función.
Previsiblemente, todos los géneros teatrales fueron representados en las tablas, pero también en calles y plazas y otros espacios no convencionales, como las pantallas de las computadoras en las funciones virtuales, una innovación que mucho le debe a los dos años de pandemia que el mundo entero lleva tolerando.
Inevitablemente, la crítica social fue parte de la oferta de espectáculos: desde la obra Palmasola, que de un modo valiente y atrevido pone ante las y los espectadores la vida cotidiana de una de las cárceles más conflictivas del país, pasando por Si nos permiten hablar, homenaje al legado de Domitila Barrios de Chungara, que es más que solo testimonio de un momento trascendental de la historia boliviana, hasta El divino anticristo, obra chilena que pone en escena las miserias y grandezas de los desplazados por la sociedad del vecino país.
Gestores culturales, dramaturgos, actores y actrices y toda clase de teatristas tuvieron ocasión de encontrarse, conocerse e intercambiar información y conocimiento respecto de su pasión y arte, ese que desde hace milenios encanta, sorprende y extraña a los públicos de todo el mundo, que buscan en el espectáculo teatral historias que ora muestran facetas poco vistas de la vida cotidiana, ora representan sorprendentes aventuras históricas o fantásticas. Durante 10 días los habitantes de La Paz respiraron teatro, y es deseable que tan positiva experiencia anual nunca más deje de repetirse.