Enfrentando la inflación
Tampoco hay que creer que los controles o la fijación de precios se pueden ejercer sin límites.
Todo el mundo está enfrentando una fuerte presión inflacionaria. En ese contexto, Bolivia ha logrado mantener una notable estabilidad de precios. La tormenta aún no ha amainado y una clara acción gubernamental seguirá siendo necesaria. Se espera que ésta sea eficaz, concertada y pensando también en sus límites y retos de mediano plazo.
Los precios están aumentando en casi todos los países debido al encarecimiento de las materias primas, a las complicaciones logísticas y a los problemas que generó la pandemia y la guerra entre Rusia y Ucrania. Estados Unidos registró su mayor inflación desde 1982 y la mayoría de los países latinoamericanos acumulan alzas de precios superiores al 3% en el primer cuatrimestre. En varios de esos lugares hay incrementos incluso más fuertes en precios de alimentos y gasolina.
La situación boliviana contrasta positivamente con este difícil panorama. La inflación acumulada entre enero y abril fue de 0,41%, según las autoridades. Dato con eco en las percepciones de la gente. Sin embargo, hay preocupaciones en estas últimas semanas en torno a precios o escasez de algunos productos de primera necesidad que tienen por detrás problemáticas muy complejas. El caso del maíz es el mejor ejemplo.
Las razones de esta excepcionalidad son múltiples. Algunas tienen que ver con especificidades de la estructura económica del país, pero es innegable que están asociadas a políticas que, durante muchos años, combinaron instrumentos ortodoxos, como una política monetaria globalmente prudente, con otros heterodoxos, como son el mantenimiento de un tipo de cambio invariable en relación con el dólar, regulaciones de mercado y controles de precio. En la mayoría de las economías vecinas, el Estado se abstiene de cualquier regulación de precios y deja que éstos se muevan con las tendencias globales.
Los resultados de esta estrategia son positivos, aunque hay un necesario debate sobre sus costos y la sostenibilidad si la situación global se sigue deteriorando. Por lo pronto, se observa mucho esfuerzo por regular el precio y disponibilidad de productos como el maíz y otros insumos claves para la cadena alimenticia básica. Obviamente, ese enfoque no deja satisfechos a productores que podrían ganar más en esta coyuntura alcista.
Por lo pronto, la ruta está definida por el Gobierno, pero no está demás que su ejecución esté acompañada de una apertura y diálogo con los productores de bienes regulados de manera que se entiendan sus preocupaciones, pues no todas obedecen a cálculos cuestionables. Por otra parte, tampoco hay que creer que los controles o la fijación de precios se pueden ejercer sin límites, tienen costos y problemas conexos que no se pueden soslayar. Uno de los más importantes tiene que ver con que no desincentiven la producción en el mediano plazo. Es decir, hay que ser realistas y a la vez cuidadosos en el manejo de estas políticas.