Estados Unidos y América Latina
Se esperaba que se avance en una revitalización rápida del diálogo multilateral sin exclusiones.
A pocos días de la inauguración de la Cumbre de las Américas persisten las incertidumbres sobre los mandatarios latinoamericanos que sí participarán en este encuentro internacional con sede en Estados Unidos. Estas interrogantes abiertas no dejan de apuntar a la dificultad de la política exterior estadounidense para reenfocar sus orientaciones después del tiempo de tensiones y polarización regional que caracterizó al periodo del presidente Donald Trump.
Muchos sectores latinoamericanos recibieron con optimismo la noticia de la llegada de una administración demócrata al gobierno norteamericano. Durante el anterior capítulo republicano, la región, de alguna forma, dejó de ser una prioridad en la política exterior de ese país. Y en más de una forma, Trump se enfrentó a retóricas y acciones en América Latina. En más de una ocasión fue unilateral, mostró cierto grado de imposición y probó insuficiente voluntad para entender otros puntos de vista.
La sumatoria de estos elementos condujo inevitablemente a un debilitamiento del diálogo político hemisférico y de las instituciones que lo sostienen. La lógica de la confrontación política se fortaleció y las diferencias ideológicas se exacerbaron, haciendo muy difícil la conversación democrática de los grandes temas que convocan a todos los países de este lado del mundo: cambio climático, crimen organizado, migraciones, desigualdades económicas, narcotráfico y un largo etcétera.
Entendiendo que hay muchos factores de relacionamiento entre Estados Unidos y los países latinoamericanos que precisan más tiempo de maduración para que se pongan en práctica nuevos enfoques, se esperaba que se avance al menos en una rápida revitalización del diálogo multilateral sin exclusiones. Simplemente con un retorno a la tradicional práctica diplomática de escuchar y conversar con todos, incluso con aquellos con los que se tiene grandes diferencias, se podría haber dado señales del inicio de una nueva etapa.
Aquí está posiblemente la razón de fondo detrás de la crítica y el rechazo por parte de presidentes de países con peso específico y de líderes regionales a la exclusión unilateral de varios países de la Cumbre de las Américas. Es contradictorio hacer un llamado a un trabajo mancomunado para enfrentar los grandes desafíos del hemisferio sin entender que hay una diversidad de gobiernos, de posiciones ideológicas, de perspectivas según el lente y las coordenadas de cada país. Los foros multilaterales están diseñados justamente para convocar a los diferentes, para que al menos se reconozcan y se escuchen.
La mayor crítica a la política de Trump tenía base en su lógica de imposición, en intereses parciales o en obsesiones ideológicas. En un país con la gravitación que hoy tiene Estados Unidos en el continente sería recomendable, en esta nueva página, que se consolide un giro de actitud que nutra su liderazgo. Lo que se espera hoy de todos los países es un retorno a la diplomacia que, sin ceder en los valores e intereses que cada nación defiende, tenga capacidad de establecer relaciones con todos los actores en el marco del respeto, la solidaridad y la tolerancia.