Cumbre fallida
Resulta difícil pensar en una agenda para todas las Américas cuando claramente priman intereses particulares.
La Cumbre de las Américas que se realiza esta semana en la ciudad de Los Ángeles nació fallida. Primero porque desde la lógica de exclusión del país anfitrión y las ausencias en protesta es un encuentro de una parte de las Américas. Pierde en alcance y en jerarquía. Y segundo porque en esa condición difícilmente se podrá construir una agenda común que no sea parcial.
La IX Cumbre de las Américas debió realizarse el año pasado. Fue postergada por la emergencia sanitaria resultante de la pandemia del COVID-19. Pese al prolongado tiempo disponible para su organización, la Casa Blanca no ha sido capaz de articular una convocatoria que exprese la realidad política del continente. Debido a presiones internas, optó por la exclusión de países que no caben en su molde democrático. Tan errático es este cónclave que 24 horas antes de su inicio no estaba clara la lista de invitados.
El veto a la participación de Cuba, Venezuela y Nicaragua, más allá del criterio que se pueda tener sobre su actual condición democrática (al igual que la de otros países como Brasil y Colombia), generó voces de disconformidad y posicionamientos principistas. El abanderado fue el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, que de manera anticipada advirtió que no iría a la Cumbre si no se invita a todos. No es un capricho, sino una declaración contra “la vieja política del intervencionismo”.
Más allá de la cualidad desportillada de la Cumbre por efecto de las ausencias (entre ellas la del presidente de Bolivia, Luis Arce, por la misma razón que López Obrador), resulta difícil pensar en una agenda para todas las Américas cuando claramente priman intereses particulares por encima de un propósito común de integración. Pese al grandilocuente nombre del encuentro: “Construyendo un Futuro Sostenible, Resiliente y Equitativo”, la sola idea de futuro queda en cuestión en un escenario dividido.
Si la administración Biden pensaba proyectar el liderazgo estadounidense en las Américas con una Cumbre y una agenda a su medida, lo más probable es que obtenga como resultado un encuentro malogrado y una agenda poco trascendente. Así, cualquier declaración de la Cumbre tendrá el defecto de representar no al todo, sino a una parte. Es una demostración del poco interés que tiene Estados Unidos en América Latina, donde la pobreza, según datos de la Cepal, subirá este año al 33,7%.
A reserva del curso que siga esta Cumbre y el contenido de sus conclusiones el viernes, queda en mesa la necesidad sustantiva de fortalecer un espacio de integración y de desarrollo regional libre de exclusiones e injerencias. En esa ruta va la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) que, desde la potente diversidad de las 33 naciones que la integran, podría generar diálogos y construir consensos en temas de interés común. Ello, en el marco de un mundo cada vez más multipolar.