La OEA de Almagro
Es evidente que hoy la OEA es factor de división y no representa al conjunto de las Américas.
Uno de los temas polémicos en la reciente Cumbre de las Américas fue el lugar que ocupa hoy la OEA en el hemisferio. Varias voces cuestionan su vigencia y plantean una profunda reestructuración o alternativas de integración. Se critica en especial el desempeño del secretario general, Luis Almagro, que convirtió al organismo en instrumento al servicio de Estados Unidos y sus intereses.
Como ha sido dicho, la IX Cumbre de una parte de las Américas, realizada la semana pasada en Los Ángeles, fue un encuentro fallido. No solo por las exclusiones y ausencias, sino también por las opacas conclusiones adoptadas en un contexto donde el país anfitrión está lejos de tener liderazgo y tampoco puede imponer unilateralmente sus mandatos. En ese marco se sitúan los renovados cuestionamientos a la OEA y su actual dirección: más que favorecer el diálogo y la integración, en realidad los obstaculizan.
La voz autorizada y representativa al respecto la tuvo el presidente de Argentina, Alberto Fernández, en su condición de presidente pro tempore de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac). Su posición sobre la OEA fue muy clara: “Si quiere ser respetada y volver a ser la plataforma política regional para la cual fue creada, (la OEA) debe ser reestructurada”. Pero hay una condición ineludible: remover “de inmediato” a quienes la conducen, esto es, echar a Almagro y los suyos.
El mensaje de Fernández se enmarca en la necesidad de favorecer intereses comunes de todos, sin exclusiones ni embargos, en el horizonte de “una reconstrucción creativa del multilateralismo”. En el mismo sentido se pronunció el canciller de México, Marcelo Ebrard, en representación del ausente presidente López Obrador: “Es evidente que la OEA y su forma de actuar están agotados”. E hizo una convocatoria para refundar el organismo con apego a los principios de no intervención y de beneficio mutuo.
Quizás la expresión más dura contra la OEA fue la del presidente de El Salvador, Nayib Bukele, también ausente en la Cumbre: “Queda claro que el Ministerio de Colonias de Washington, también conocido como la OEA, ya no tiene ninguna razón de ser”. Ni hablemos de los cuestionamientos que recibieron el organismo y su secretario general por parte de los tres países excluidos de la Cumbre: Cuba, Venezuela y Nicaragua. Es evidente que hoy la OEA es factor de división y no representa al conjunto de las Américas.
Mención especial tuvo en la Cumbre el papel de la OEA en la crisis de 2019 en Bolivia. El presidente Fernández fue contundente: “Se ha utilizado a la OEA como un gendarme que facilitó un golpe de Estado en Bolivia”. El Canciller mexicano, en tanto, cuestionó ese “vergonzoso papel”. Y el canciller de Bolivia, Rogelio Mayta, remató: “En nuestra dolorosa experiencia, la OEA participó en el golpe que consolidó un gobierno de facto”. Urge debatir en la región sobre el futuro de la OEA y de Almagro.