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Petro y Francia

El triunfo electoral en segunda vuelta del binomio del Pacto Histórico: Gustavo Petro y Francia Márquez, es un acontecimiento democrático e histórico en Colombia. Por primera vez una fuerza política de izquierda y progresista asumirá el rumbo de un país marcado por la violencia. El nuevo gobierno genera esperanza y vientos de cambio. Venció la dignidad, ganaron “los nadies”.

El itinerario para la victoria en las urnas de Petro como presidente y Francia como vicepresidenta fue incremental, prolongado, difícil. Fue el tercer intento de Petro, que en las elecciones de 2010 obtuvo menos del 10 por ciento de votos y en los comicios de 2018 llegó a la segunda vuelta donde fue derrotado por el uribismo. Esta vez superó el 40% en la primera vuelta, pero tuvo que enfrentar a un candidato atípico y ramplón que con discurso antipolítica congregó a todas las fuerzas de derecha.

De ese modo un exguerrillero, luego senador y alcalde de Bogotá, asumirá este 7 de agosto la presidencia con un plan progresista en cuyo núcleo están la justicia social, el proceso de paz y la justicia ambiental. Francia Márquez, por su parte, una mujer negra de clase popular, asumirá la vicepresidencia con una amplia agenda de derechos: de las mujeres, de igualdad contra el racismo, de la Naturaleza, del colectivo +LGTBI. Aunque son el binomio más votado en democracia (más de 11 millones de votos), no será fácil.

El inédito giro a la izquierda en Colombia, donde siempre gobernaron las élites de derecha y centroderecha en beneficio propio, tendrá que ser reformista, como lo anunció el propio Petro en su primer mensaje como presidente electo. Ello implica una fuerte apuesta por la unidad en una sociedad dividida. Requiere también mucho esfuerzo de concertación, en especial considerando que el Pacto Histórico es la primera fuerza en el Senado y la segunda en la Cámara de Representantes, pero está lejos de ser mayoritario.

En ese contexto, cabe celebrar que el gobierno de Petro y Francia sea una buena noticia para los acuerdos de paz, que resistieron cuatro años del gobierno de Duque, empeñado en frenarlos o detonarlos. Durante el siguiente cuatrienio, la paz ondeará en lo alto, como gran bandera, en la Casa de Nariño. No es un dato menor en un país donde medio siglo de guerra dejó 220.000 muertos (180.000 de ellos civiles), 25.000 desapariciones forzadas, 27.000 secuestros. Hay que vencer el miedo, el dolor, la venganza.

La otra gran noticia de la victoria del Pacto Histórico en Colombia es que refuerza y fortalece el nuevo impulso progresista en el continente (“el segundo giro a la izquierda”). Ello es fundamental en un contexto adverso que demanda los mejores esfuerzos de integración regional, de soberanía y de dignidad frente al afán hegemónico de Estados Unidos y de sus organismos serviles como la OEA de Almagro. Es una victoria feliz de la democracia y de los demócratas en Colombia y en toda América Latina.