Desigualdades en el aprendizaje
El problema es más agudo si tomamos en cuenta la falta de apoyo de madres o padres por diversas razones.
Una nueva ola de la pandemia está, otra vez, afectando las posibilidades de normalizar el funcionamiento de la educación en el país. Hay, por tanto, mucho por hacer para que esos servicios vitales vuelvan a trabajar normalmente, pero también para cubrir los grandes pendientes de las desigualdades en el aprendizaje que ya se han instalado en estos años.
A nivel global se ha identificado que las desigualdades en el aprendizaje de los estudiantes son uno de los saldos más preocupantes que nos deja la pandemia a través del cierre obligado de las actividades escolares para prevenir contagios.
Sucede que, pese al esfuerzo de los gobiernos para diseñar opciones de educación a distancia, fundamentalmente por medio de instrumentos digitales, las brechas de aprendizaje se profundizaron debido a que los estudiantes viven en contextos sociales y económicos muy diferenciados respecto del acceso a tecnologías digitales. El problema es más agudo si tomamos en cuenta la falta de apoyo de madres o padres por diversas razones.
Ilustrativamente basta con reflexionar sobre las grandes brechas que implica seguir clases virtuales en un hogar en el cual no hay computadora, en el que se accede a esos servicios mediante un único celular de prepago y en el que los padres no pueden acompañar permanentemente a sus hijos porque tienen que trabajar, frente a otras familias en las que se cuenta con varios dispositivos, buena calidad de conexión a internet y condiciones de apoyo y acompañamiento familiar permanentes.
Es decir, después de los años de pandemia, unos y otros están saliendo con niveles de aprendizaje, conocimiento y aprovechamiento escolar notablemente diferenciados. Considerando que los primeros años de formación y aprendizaje son cruciales para desarrollar habilidades básicas de lectura, escritura y comprensión que luego serán vitales a lo largo de la vida, un aprovechamiento escolar deficiente tiene implicaciones determinantes no solo en las capacidades de esas personas, sino en el potencial de crecimiento de la economía y el fortalecimiento de la cultura democrática. Todo esto es algo que debería preocuparnos a todos porque plantea futuros desequilibrios en la calidad de vida y oportunidades de esos niños y niñas.
En consecuencia, se precisa, por supuesto, facilitar un retorno masivo a las aulas, pero también impulsar acciones contundentes para reducir esas diferencias, nivelar en el corto plazo los aprendizajes y aliviar las desigualdades de conocimiento generadas. Ésta sigue siendo una agenda ineludible que no podemos postergar más tiempo.