El fraude de Almagro
Eso es lo que cuestiona hoy el Estado boliviano al exigir la revisión de la auditoría.
La reciente sesión del Consejo Permanente de la OEA registró una nueva confrontación verbal acerca de la “auditoría” a las elecciones de 2019 en Bolivia realizada por el equipo del secretario general, Luis Almagro. Ante la reiterada solicitud de abrir y revisar dicha auditoría, Almagro respondió con brusquedad. Está en cuestión su papel en el derrocamiento del expresidente Morales.
A casi tres años de las elecciones generales de octubre del 2019, que después fueron declaradas sin efecto legal por una decisión política, continúa el debate acerca del desempeño del Secretario General de la OEA y los suyos en esa coyuntura crítica boliviana. La injerencia de Almagro se reveló al día siguiente de los comicios, cuando, sin haber resultados oficiales de la votación, la Misión de Observación Electoral de la OEA emitió una inédita declaración política con el pedido de segunda vuelta.
Esa suerte de sentencia previa, que marca el hito más oscuro de las misiones de observación de la OEA, fue ratificada luego en la “auditoría” (en rigor se trató de un endeble estudio muestral) solicitada con ingenuidad por el Gobierno de Morales y rechazada en su momento por la oposición. El grupo de Almagro se encargó de que su verificación ad hoc de las elecciones apuntara a echarlas abajo, como finalmente ocurrió. Eso es lo que cuestiona hoy el Estado boliviano al exigir la revisión de la auditoría.
A través del embajador de Bolivia en la OEA, Héctor Arce, se plantea conformar una comisión de países de la región para hacer un examen técnico de la “auditoría”. Parece razonable. Entre otras cosas, se demanda acceso a información fundamental, como las normas utilizadas en la supuesta auditoría y, en especial, los informes de los auditores. No bastan los documentos preliminar y final publicados luego de pasar por el filtro de los operadores políticos del Departamento para la Cooperación y Observación Electoral.
La respuesta de Almagro ha sido la negación, el silencio, dar por cerrado el tema y, en su más reciente actuación, el exabrupto. Así es difícil zanjar la cuestión que sin duda continuará en agenda en todas las instancias de la propia OEA, hoy venida a menos por el manejo instrumental de su Secretario General, a quien el oficialismo acusa también por el derrocamiento del expresidente Morales al haber difundido irregularmente un informe preliminar de la auditoría la madrugada del 10 de noviembre.
Como no existe ninguna posibilidad de disipar en el país la disputa de relatos en torno al supuesto “fraude monumental”, sobre el que no se aportó ninguna evidencia en más de un año de investigación en la justicia, no parece mala idea que una instancia internacional de carácter plural (como la comisión de países) investigue y despeje las dudas sobre la “auditoría” de Almagro. Ello es parte de la asignatura pendiente de verdad, justicia, reparación y no repetición en torno a la coyuntura crítica del 2019.