Encauzar la política
Santa Cruz de la Sierra sigue secuestrada por eficaces minorías que no solo siguen bloqueando calles.
Cuando el 13 de noviembre el cabildo de Santa Cruz de la Sierra “aprobó” el impulso de una ley que “fije” la promesa presidencial de realizar el Censo en 2024 y entregar resultados hasta septiembre de ese año, parecía que la política volvía al cauce republicano al poner en manos de las y los asambleístas la resolución del conflicto. Pero el proceso es más difícil de lo esperado.
Las primeras lecturas de lo decidido en ese cabildo cruceño, luego de un confuso discurso pronunciado por el presidente del Comité pro Santa Cruz a través de un video, apuntaron, por un lado, que el devolver el debate sobre este conflictivo tema a la Asamblea Legislativa significaba recuperar el rol constitucional de este órgano del Estado, hasta ahora secuestrado por poderes fácticos de una y otra orientación político ideológica.
Por otra parte, también podía ser interpretado como el reconocimiento por parte del Comité Interinstitucional cruceño de los límites de la movilización iniciada, con hoy, hace 34 días y, al menos en la interpretación de su portavoz, el rector de la Universidad Autónoma Gabriel René Moreno, como un logro, porque al margen de la fecha de la realización del Censo se había obtenido el compromiso de redistribuir recursos fiscales y recalcular la asignación de escaños parlamentarios antes del fin de 2024, según lo demandado por Santa Cruz.
Sin embargo, desde que la bancada del partido en función de gobierno presentó el primer proyecto de ley, los obstáculos y tropiezos no han hecho más que multiplicarse. Hasta ahora, la Comisión de Constitución tiene seis proyectos diferentes, varios de ellos que porfían en fijar la fecha del Censo en 2023 a pesar de la tácita aceptación de la dirigencia cívica cruceña; en varias ocasiones no se observaron las formalidades procedimentales; la pugnacidad entre oficialistas y opositores no ha disminuido ni un ápice; y la división en el seno de la bancada del MAS no hace más que acentuarse, haciendo imposible la aplicación del “rodillo parlamentario” que durante años funcionó en la Asamblea.
Así, Santa Cruz de la Sierra sigue secuestrada por eficaces minorías que no solo siguen bloqueando calles y avenidas, sino que muestran signos de creciente autoritarismo y maldad, mientras cada vez más grupos de la sociedad claman por un alto al paro que casi a nadie le parece necesario a estas alturas. El máximo dirigente cívico, sin embargo, hace oídos sordos a este clamor y alimenta la confrontación con discursos cargados de odio y de falacias respecto del Gobierno.
Toca ahora que las y los asambleístas depongan sus actitudes hostiles y hasta antidemocráticas, y se hagan cargo de la responsabilidad que la Constitución les asigna y que el voto popular les ha otorgado. Ya no es aceptable que dirigentes y líderes que no han recibido mandato alguno sigan dictando la agenda y entorpeciendo el debate democrático en función de sus oscuros intereses y no de los del pueblo al que dicen representar.