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Peligrosa división

Aunque finalmente hubo un acuerdo entre las partes enfrentadas dentro del Movimiento Al Socialismo (MAS) para aprobar la ley del Presupuesto General del Estado (PGE) en la sesión convocada para hoy, se ha hecho evidente una vez más que el partido de gobierno afronta una crisis fruto de la nueva circunstancia política, profundizada por las reacciones que está produciendo.

La pugna en la bancada del MAS, apenas reflejo de lo que está sucediendo no solo en otros ámbitos del Estado desde el inicio de la actual gestión de gobierno sino también en sectores de la sociedad civil afines a este partido, ha dejado de ser latente y desde hace semanas los asambleístas intercambian críticas, reproches y hasta insultos de grueso calibre. La sesión de hoy debería ser una muestra de reconducción de los comportamientos que han comenzado a dañar la gobernabilidad, pero es difícil saber si la razón prevalecerá.

El problema, además de la ya conocida competencia por el liderazgo en el partido y la posibilidad de ser candidato en la próxima elección presidencial, tiene que ver también con la lógica con que se gestiona el conflicto político, en la que a menudo se impone un pensamiento binario, que no solo impide acercamientos y negociaciones eficaces, sino también reduce el necesario debate político y hasta produce contradicciones.

No otra cosa es la irónica circunstancia en la que, luego de haber condenado el acuerdo entre parte del oficialismo, autonombrados “renovadores”, y la oposición para aprobar la ley del Censo, el ala “radical” del partido haya terminado coincidiendo con esa misma oposición en su rechazo al proyecto de ley financial, en algunos casos incluso empleando argumentos comunes, como la presunta disminución de recursos para las entidades subnacionales en favor de la administración central.

Si se acepta que ha terminado el monopolio de poder que hasta 2019 era la norma en la actuación del Gobierno nacional y la Asamblea Legislativa, habrá que comprender que la gobernabilidad, necesaria para seguir avanzando el “proceso de cambio”, deberá construirse con herramientas propias de la democracia, comenzando por la que aparentemente escasea en el partido de gobierno.

Los agentes políticos del oficialismo deben, pues, recuperar la habilidad política que les permitió gobernar en los primeros años del gobierno de Evo Morales, cuando la correlación de fuerzas en el entonces Congreso Nacional le era desfavorable. Se sabe de antiguo que el esfuerzo puesto en descalificar al adversario solo profundiza los prejuicios ya instalados en uno y otro bando y alimenta las narrativas de los operadores mediáticos de la oposición hoy más que nunca abocados a la desinformación.

No será fácil lograrlo, pero probablemente el mejor camino sea repensar el modo en que el partido se encamina al 2025, plagado de obstáculos en forma de constantes conflictos, alimentados por una oposición que apenas busca una derrota oficialista en lugar de una victoria propia.