Balance del año
Termina, pues, un año difícil de clasificar en alguno de los extremos de la escala bueno o malo.
El final de una gestión suele demandar, tanto en las empresas como en las instituciones, un balance para saber si las ganancias han sido o no mayores que las pérdidas, y no solo en el ámbito financiero. De manera análoga, es posible también apreciar los avances y retrocesos en la gestión de la cosa común, que es tarea de gobernantes, pero también de la sociedad.
Entre las grandes transformaciones que vio el país en este año que acaba en dos días es posible que la mayor sea el paro indefinido que inmovilizó Santa Cruz de la Sierra durante 36 días desde el 22 de octubre. Se trata de un cambio radical en las estrategias de protesta y movilización, que hasta hace muy pocos años solo se veían en la ciudad sede de gobierno. El paro indefinido llegó precedido de otros dos, uno de 24 y otro de 48 horas, y al final no logró su propósito de forzar la realización del Censo de Población y Vivienda en 2023, pero sí sirvió para demostrar al país que Santa Cruz es un actor preponderante en la escena nacional.
Mientras eso sucedía en la capital cruceña, en la sede del poder otro conflicto terminaba de tomar forma: la lucha intestina en el Movimiento Al Socialismo, donde el ala conducida por Evo Morales, etiquetada como “radical”, comenzó a oponerse con y sin razón a las decisiones del ala conducida por el presidente Luis Arce, identificada como “renovadora”. Aunque es todavía imposible afirmarlo, es muy probable que la gestión de gobierno termine con dos fuerzas compitiendo por representar lo nacional popular, para alegría de las oposiciones y sus operadores mediáticos.
En el plano internacional, se vio el final del proceso iniciado por Chile contra Bolivia ante la Corte Internacional de Justicia pidiendo que se declare el Silala como un río internacional. El fallo no solo no dio la razón al Estado chileno, sino que además reconoció la soberanía de Bolivia sobre los canales construidos a inicios del siglo XX para conducir las aguas hacia el vecino país; por lo demás, los jueces señalaron que no tenían materia para juzgar, lo cual dio pie a disparatadas interpretaciones de parte de algunos dirigentes opositores.
Entre los temas más preocupantes y a la vez menos atendidos, la presión por tierra productiva, especialmente en el oriente del país, produjo dos fenómenos que no son excluyentes: por un lado ha sido mayor la cantidad de quemas para habilitar tierra, así como también fueron numerosos los casos de tomas ilegales, a menudo violentas, de tierras. En ambos asuntos el Gobierno mostró poca agilidad.
Termina, pues, un año difícil de clasificar en alguno de los extremos de la escala bueno o malo. La economía creció y se mantuvo estable; los feminicidios, que siguen siendo muchos, disminuyeron por quinto año consecutivo y, fuera de lo sucedido en Santa Cruz (que ayer nuevamente se puso en pie de guerra), hubo paz social. No está de más desear que 2023 tenga menos conflictos y más desarrollo.