Selección contaminada
El proceso de selección de postulantes para las elecciones judiciales, a cargo de la Asamblea Legislativa Plurinacional, ha tenido que superar no solo sucesivas maniobras y obstáculos, sino también una penosa contaminación por obra de los propios asambleístas. Así avanza la primera etapa de unos comicios cuya legitimidad está en cuestión y tiene rumbo incierto.
Las elecciones para la renovación de las altas autoridades judiciales, que debieron realizarse el año pasado, continúan navegando en aguas turbias y con fuerzas empeñadas en que sea un proceso fallido. El plan se activó a principios de 2023, cuando algunos operadores judiciales, en sociedad con actores políticos del Gobierno y de la oposición, trabaron con diferentes recursos la preselección de postulantes en la Asamblea, hasta echar abajo el proceso. El resultado fue la autoprórroga de los magistrados.
A principios de este año, bajo presión de un bloqueo de caminos, se emitió una nueva convocatoria. Se presentaron más de 700 postulantes, que se fueron depurando con la verificación de requisitos y las impugnaciones. Nuevas acciones de amparo y medidas cautelares, sumadas a la desidia de las comisiones legislativas, paralizaron el proceso, que debió concluir el pasado 5 de mayo. Finalmente, a tropezones y en medio de la disputa política y el escepticismo, se realizó la calificación de méritos.
El último escollo en esta primera fase se produjo en los exámenes orales. Los postulantes debían responder cinco preguntas de opción múltiple. Cada respuesta correcta sumaba 20 puntos. Varios operadores actuales del sistema (entre magistrados, jueces, fiscales y hasta un vocal del TSE) se aplazaron, mostrando falta de idoneidad para el cargo que pretendían ocupar. A ello se agrega la bochornosa sospecha de que al menos una senadora y un diputado hicieron chanchullo en beneficio de algunos postulantes.
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Si todo sigue su curso, pronto el pleno de la Asamblea deberá seleccionar a las y los postulantes que irán a la votación popular. Se prevé un debate áspero en torno a la legitimidad del proceso. Y surgen dudas sobre la capacidad y la voluntad política a fin de lograr los dos tercios requeridos para elegir. Incluso se anticipa que la elección de postulantes a magistrados del TCP y del TSJ podría quedar en suspenso por falta de candidatos en algunos departamentos e incumplimiento de la paridad de género. Sería deplorable.
Las elecciones judiciales no solucionarán la crisis del sistema de administración de justicia. Pero implican dos cosas fundamentales: cumplir la Constitución y evitar que los magistrados autoprorrogados continúen en sus cargos, degradando el Estado de derecho. Por ello, en medio de operadores que quisieran abortar el proceso hasta el año 2026, es imprescindible que la Asamblea esté a la altura del desafío institucional y democrático, eligiendo a las y los mejores postulantes. Luego vendrá el momento de las urnas.