Icono del sitio La Razón

Esas marchas inolvidables del 1 de mayo en La Paz

En un mundo globalizado que casi ha despojado de su contenido simbólico al 1 de mayo y a los mártires de la Masacre de Chicago (Estados Unidos en 1886), Bolivia es aún un espacio que reivindica la lucha de los trabajadores cada año, aunque los festejos están en declive. En otros países ese día ni siquiera es un feriado. El recordatorio de esta fecha se encuentra en etapa de desaparición en el resto del mundo y más aún en los países llamados del “primer mundo”.

Ese día, en La Paz, es el único en que aún pueden visibilizarse, durante la tradicional marcha, a los nostálgicos miembros de partidos políticos del pasado, muy importantes en su tiempo, como el Partido Socialista Uno (PS-1), el Partido Obrero Revolucionario (POR) o el Partido Comunista de Bolivia (PCB), siglas que forman parte de nuestra historia política y están en vías de desaparición o ya fueron asimiladas por el Movimiento Al Socialismo (MAS).

Aún así, es evidente que la celebración no tiene ya ni siquiera esa participación que tuvo en los 80 y los 90 (momento en que ya se comenzaba a sentir que algo había cambiado). En las últimas marchas del 1 de mayo ya no se ve por ningún lado al legendario “Comandante Mamani”, quien perdió la razón a causa de las torturas que recibió por parte de los militares en las dictaduras; ya no se lo ve parado en alguna jardinera cerca de la Comibol (Corporación Minera de Bolivia) o de la Federación Sindical Única de Trabajadores Mineros de Bolivia saludando y recibiendo aplausos de los participantes, ni desfilando por delante de la Comité Ejecutivo de la Central Obrera Boliviana (COB).

Ahora hay una marcha más bien modesta y una concentración en la plaza Murillo de sinceros seguidores de Evo Morales y también de funcionarios públicos que deben asistir para “hacer bulto” y no arriesgarse a perder sus trabajos, todos esperando a que el Presidente del Estado salga a dar su habitual discurso y promulgue derechos para los trabajadores que estén incluidos en la Ley General del Trabajo. Todos lo aplauden año tras año, aunque tristemente gran parte de los concurrentes celebran logros laborales de los cuales no podrán beneficiarse, pues los empleados del Estado no están cobijados por esa norma.

En los años del 20 al 30, Blanca Dávalos (ciudadana nacida en 1914 y ya difunta) recordaba que el 1 de mayo inclusive se cortaban los servicios de agua y luz en La Paz y se salía a marchar con banderas rojas cantando La Marsellesa; absolutamente nadie trabajaba ese día.

Antonio Peredo Leigue, senador durante la primera gestión de Morales y exmiembro del Ejército de Liberación Nacional (ELN), recuerda la primera marcha del Día del Trabajador después de la Revolución Nacional, en 1953. “Fue glorioso ver a los mineros y campesinos desfilando como milicias armadas. Cuando pasaban por el sector oficial en la plaza San Francisco, lanzaban descargas al aire de sus rifles Mauser”, cuenta.

Por su puesto, hoy las los petardos han reemplazado a las balas.

Otra marcha que se quedó en su memoria es la de 1978, después del derrocamiento de Hugo Banzer. Peredo relata que llegó a San Francisco a las 09.00, recién salido de la cárcel. “Estaba plagado de agentes de civil de la DOP (Departamento de Orden Público o “Político”, como los izquierdistas sustituían críticamente la última palabra). Cuando partió la marcha a las 11.00, la COB dio la orden de ir por la Mariscal Santa Cruz, pero habíamos quienes insistíamos en ir por la Comercio a la plaza Murillo. Así lo hicimos y la COB se nos unió y se le cedió la cabecera”.

Recuerda que habían agentes de la DOP en el techo del Palacio de Gobierno apuntando sus armas hacia la multitud. Cuando se llegó otra vez a la San Francisco para el momento de los discursos, describe, había un mar de gente, “ésa fue la demostración de que Banzer había sido derrotado”.

Remberto Cárdenas, antiguo militante del PCB, en coincidencia de algún modo con Peredo, no olvida la marcha del 1 de mayo efectuada en La Paz a pesar del toque de queda dictado por Luis García Meza en 1981. “Fue una movilización muy concurrida. Como se habían disuelto los sindicatos, el dictador creó la figura de los ‘consejeros laborales’, que eran los que en realidad efectuaban el control político a los trabajadores. Algunos de ellos convocaron a la marcha de todos modos, a pesar del rechazo que hacia ellos sentían los asalariados”.

Según dice, fue una de las movilizaciones más concurridas que vio. “Se gritaban consignas de reivindicación de la democracia”.

En tiempos de la dictadura las marchas siempre se llevaban la carga de los pedidos de democracia, el “recuerdo de los caídos y las plataformas de demandas”; las desavenencias entre sectores sindicales opuestos eran olvidadas ese día, aunque también había un lado festivo y era una celebración, narra Cárdenas.

Algo que ha cambiado mucho es el espacio físico de la concentración final, al momento de los discursos en San Francisco. “Era muy diferente cuando esa plaza era una explanada enorme donde todos nos podíamos ver. Con los cambios arquitectónicos hechos hay como un corte que separa y ha quitado esa posibilidad”, añora Loyola Guzmán, exmilitante del ELN.

En efecto, recuerda cuando la Asociación de Familiares de Desaparecidos y Víctimas de las Dictaduras (Asofamd) entraba con las fotos de sus seres queridos.

“Esa característica en concreto se fue perdiendo con el tiempo a partir del gobierno de Morales”.

Ya en 1986 comienza el declive, recuerda Gonzalo Aguilar. “Antes nadie trabajaba en absoluto esa fecha. Recuerdo la marcha del 86, después del Decreto Supremo 21060. Cuando ésta pasó por la Mariscal Santa Cruz, donde se estaba construyendo el edificio Handal, vi que habían albañiles que seguían haciendo su labor. Creo que fue la primera vez que pasó, antes eso era impensable, todo se paralizaba totalmente. Seguramente tuvo que ver con el decreto neoliberal lanzado un año antes (21060)”, cuenta.