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Cooperativismo minero, un poder político y social intocable

La imagen romantizada hasta el cansancio por la literatura realista nacional del minero boliviano parece ya no corresponder con las decenas de miles de mineros cooperativistas que llegan periódicamente a La Paz para dar, masivamente, su apoyo al presidente Evo Morales. Es difícil imaginar la canción de Savia Nueva Los mineros volveremos —que tanto emocionó a distintas generaciones de no-mineros— y pensar alguna relación de ésta con la cúpula dirigencial de cooperativistas encabezando una marcha por El Prado paceño a favor de la carretera por el TIPNIS (Territorio Indígena del Parque Nacional Isiboro Sécure).

Lo que no representa complicación alguna, sin embargo, es percibir la evidencia de que este sector se ha hecho, pacientemente, de un poder político considerable desde 1985 —año de la relocalización que produjo el Decreto Supremo 21060— hasta el presente.

Quizás sea más visible la alianza con la actual administración gubernamental. Mientras el Gobierno y los mineros asalariados y cooperativistas de Colquiri (que se disputaban áreas de explotación) buscaban un acuerdo el 17 de junio, el presidente Evo Morales arropaba al sector en un acto en Tipuani. “Reconocemos que la fuerza social más importante dentro la minería son las cooperativas mineras”, dijo.

No es casual esa deferencia, aunque hay otros factores para el repunte del sector. El alza de precios de los minerales iniciado en 2003  —que llegó a una planicie en 2011 y comenzó un descenso lento— hizo que este sector crezca de manera precipitada.

“Hay una relación directa entre el crecimiento del número de cooperativas y cooperativistas, y el boom de los precios. Hace cinco años, las cooperativas no superaban las 600. El último año, el viceministro de Cooperativas Mineras, Isaac Meneses, habla de 1.300 cooperativas. En 2005 había 50 mil trabajadores en el sector, lo que contrasta con el año pasado: Meneses habla de 100 mil miembros. Lo que no sabemos es cuántos de ellos están en calidad de socios o de peones”, afirma Vladimir Díaz, investigador del Centro de Documentación e Información (Cedib), aunque Albino García, dirigente de la Federación Nacional de Cooperativas Mineras de Bolivia (Fencomin), habla de 120 mil afiliados.

La investigación titulada Cooperativas mineras en Bolivia. Formas de organización, producción y comercialización, de Jocelyn Michard, publicada por Cedib afirma que la mayoría de los trabajadores del sector son peones.

El caso es que no hay administración gubernamental, desde 1985, que no haya tenido al sector cooperativista como un aliado. “Los gobiernos siempre toman en cuenta el criterio de este grupo. Su incursión en la política se debe a que es una fuerza social ordenada, disciplinada y sumamente orgánica que responde a un mando único, que es la Federación Nacional de Cooperativas Mineras (Fencomin). Esa disciplina le da consistencia en el campo político, porque cualquier acción que determine Fencomin, en consenso con las federaciones departamentales, es acatada militantemente por sus miembros; por eso son considerados una fuerza política”, explica el vocal del Tribunal Supremo Electoral (TSE) y exasesor de los cooperativistas, Ramiro Paredes.

Tres son los aliados del Movimiento Al Socialismo (MAS): los cocaleros, los campesinos-colonizadores y los cooperativistas mineros.

Las cooperativas, por su pacto con el Gobierno, tienen mucha incidencia, que “normalmente trabajan en áreas de la Corporación Minera de Bolivia (Comibol), que es del Estado, y dependen de esas concesiones. “Ahora bien, políticamente es más complicado. La posición de las cooperativas es de apoyo al MAS y no tiene contradicción de éste. Por eso están tratando de captar la mayor cantidad de yacimientos y se dan algunas tomas y avasallamientos, porque hasta las comunidades quieren volverse cooperativistas, ya que este grupo tiene un régimen especial y los precios siguen altos”, admite el exministro de Minería Dionisio Garzón.

Díaz señala que se favoreció a este sector desde la relocalización; por ejemplo, hubo maquinarias y bienes de Comibol que fueron transferidos “muchos de manera gratuita y otros a precio de gallina muerta” a favor de las cooperativas mineras.

“Están obligados a pagar solamente la regalía minera, eso es entre 5% y 7% del valor bruto de su producción; no pagan impuesto a las utilidades y están buscando no pagar el Impuesto al Valor Agregado (IVA), no tienen costos adicionales como los sociales. Al ser empresas informales, en su mayoría no dan aportes a las cajas de seguros, aunque las cooperativas grandes y un poco organizadas sí los otorgan”, explica Garzón,

Los continuos beneficios que recibieron —continúa Díaz— explican el poder político que han adquirido. “Lo cual se hace evidente si uno ve que tienen una cartera en el Gobierno que corresponde al Viceministerio de Cooperativas Mineras, además de un grupo parlamentario”. Adicionalmente, en Oruro y Potosí tienen una buena capacidad de incidencia por tener representatividad en las asambleas legislativas departamentales y también en los concejos municipales. Como se observa, tienen un poder político muy grande, complementa.

No obstante, García asegura que “los diferentes gobiernos siempre nos han visto como un estorbo y una instancia perjudicial al Estado. Nunca han incentivado la creación de cooperativas, porque contraveníamos los intereses de las empresas privadas, a quienes ellos beneficiaban”.

Quien ve un panorama negativo por completo es el analista de minería Rolando Jordán. “Si el precio de los minerales, que ya está de baja, no se sostiene, no sólo que el fisco va a quebrar, sino que van a haber enfrentamientos con este sector. Calculo que eso podría pasar en unos tres o cuatro meses. Sucederá algo parecido a lo de los policías”.

Según Jordán, la acción del cooperativismo se sustenta en la “precariedad” con que este sector realiza su actividad productiva. Afirma que es un grupo laboral con una vulnerabilidad “muy elevada”, que hace “mucha plata” cuando los precios de los minerales son altos, pero es el primero en caer cuando aquéllos bajan. “Por eso es que cuando se alza la cotización gozan de grandes fortunas, despilfarran sin invertir, cosa que ha ocurrido los últimos siete años. Ahora que los precios empiezan a caer, pierden dinero y comienzan a exigir los réditos de sus arreglos políticos”, dice.

Considera que por eso siempre tuvieron alianzas con los gobiernos de turno. “Ofertan su apoyo social y político para cobrar cuando los precios caigan y sean sostenidos mediante subsidios fiscales que les permitan precios más altos que en el mercado internacional y el acceso a nuevas áreas para continuar con la explotación depredadora”, juzga Jordán.

García protesta contra las críticas y dice que hay gente que se ha dedicado a desacreditar al sector al ver su crecimiento: “Muchos nos quieren desprestigiar al saber que hemos tomado fuerza social y política a nivel nacional incluso con las dificultades que pasamos. Creo que se trata de posiciones que quieren quitarnos el impulso. Hacemos aportes a las regalías mineras, no damos mayor importancia a esos comentarios”.

El último suceso involucrando a cooperativas fue la toma del yacimiento de Colquiri de la transnacional suiza Glencore efectuada por un grupo de este sector, el Gobierno realizó la reversión de la mina y la maquinaria a favor del Estado a través de Comibol y se concedió la veta más rica (“Rosario”) a los cooperativistas.

La visión de Jordán contrasta con la de Paredes, para quien las cooperativas son una gran fuente de empleo ante la imposibilidad de que el Estado o las empresas privadas generen trabajos. “Se han constituido en épocas de crisis laborales. Ante la carencia de empleo, los trabajadores se vieron obligados a buscar fuentes de subsistencia por cuenta propia”, reflexiona.

No obstante, hay quienes creen que estos grupos no cumplen con la función solidaria de las cooperativas, tal como las define la Alianza Cooperativa Internacional. “Una asociación autónoma de personas que se han unido de forma voluntaria para satisfacer sus necesidades y aspiraciones económicas, sociales y culturales en común mediante una empresa de propiedad conjunta y de gestión democrática”.

Michard escribe en su libro: “Si bien los principios asociativos en los que se fundan como cooperativas reconocen su fin social, las decisiones colectivas y el acceso a los beneficios de forma equitativa, en muchos casos está muy lejos de la realidad, ya que se mantiene una distribución de la riqueza dramáticamente inequitativa (…), características que ponen en cuestión el sistema cooperativo y demuestran las profundas inequidades al interior de algunas cooperativas, asimilándolo a un sistema empresarial típico”.

‘Somos una gran fuente de empleo’: Albino García, dirigente de Fencomin

Somos una gran fuente de empleo. Generamos más de 120.000 empleos, lo cual es parte de la lucha contra la pobreza. Por eso jugamos un rol importante. Hemos sido, desde 1985, una importante fuente de capital humano, dando el mensaje al país de que si los gobiernos dejan de generar empleo y asumir una responsabilidad social, ahí están las cooperativas presentes.

‘Hay poco control de sus actividades’: Dionisio Garzón, exministro de Minería

No es malo ser cooperativista, el problema es que hay muy poco control sobre las cooperativas mineras. Éstas crecen mucho y desordenadamente, a veces se asientan en yacimientos que no son para ellas. Por ejemplo, ahora están queriendo quedarse en áreas de Comibol como Porco y Colquiri, que son yacimientos para ser explotados de diferente manera.

‘Fueron beneficiados por todos los gobiernos’: Vladimir Díaz, investigador del Cedib

En términos económicos, el crecimiento del cooperativismo se explica por el elevado precio internacional; sin embargo, tampoco hay que olvidar que este sector no sólo ha sido beneficiado por el actual Gobierno, sino por todas las administraciones desde el neoliberalismo. Una infinidad de normas han sido promulgadas a partir de los 90 para favorecer a este grupo.

‘Su aporte económico es considerable’: Ramiro Paredes, vocal del TSE y exasesor de cooperativas.

Los datos estadísticos muestran que su aporte al PIB minero nacional es considerable y, por lo tanto, también en las exportaciones. Además, dan regalías mineras, a diferencia de lo que se opina de que es un sector que no cotiza y que no aporta nada, ésa es una falacia. Quienes conocemos el sector minero sabemos que su contribución económica tiene presencia.

‘Son lo peor que nos ha podido pasar’: Rolando Jordán, analista de minería

Son una plaga, lo peor que ha podido pasar al país, pero tienen poder político. Son depredadores del medio ambiente y del hombre, lo primero porque realizan una explotación irracional y selectiva de las partes más ricas de las reservas; lo segundo porque el sistema de explotación de su mano de obra es brutal, no cumplen ni la sombra de la Ley General del Trabajo.

Nacimiento de las cooperativas mineras

Para encontrar el primer indicio de cooperativas hay que remontarse a los años de la gran depresión económica desencadenada en 1929 en Estados Unidos, cuenta Ramiro Paredes, vocal del Tribunal Supremo Electoral (TSE) y exasesor de los cooperativistas.

“Por esa crisis del capitalismo, en Potosí se tuvieron que cerrar minas, sobre todo en el Cerro Rico, quedando mucha gente desempleada. Por eso la gente se organizó de una manera societaria. Primero surgió el sindicato de Palliris K’ajcha Libre, el cual se vino a llamar después Sociedad Cooperativa de K’ajcha Libre, grupo que sigue registrado hasta hoy. Ya desde entonces se ve que el fortalecimiento de este tipo de organización se da en épocas de crisis”, cuenta Paredes.

En 1948 los trabajadores de Carlos Aramayo descubrieron que el potentado hacía contrabando de oro diciendo estar aún realizando trabajos de exploración. Es así que los mineros hicieron revertir su concesión y surgieron sociedades mineras mucho más parecidas a lo que hoy son las cooperativas.

Otra crisis sucedió en la década de los 60, afirma Paredes, cuando la Corporación Minera de Bolivia (Comibol) determinó que ciertas minas no eran rentables, como, por ejemplo, Bolsa Negra; entonces los trabajadores se hacían cargo de esos yacimientos. Durante el primer lustro de los 80, la crisis de la hiperinflación hizo que emergieran las cooperativas auríferas al norte de La Paz.

El antecedente más inmediato es el que consolida al cooperativismo: la relocalización de 1985, cuando se cerraron los centros mineros. Ante la ausencia de alternativas de empleo, se multiplicaron las cooperativas. “Hay un decreto importante que cooperativiza todas las áreas mineras”, explica Paredes.