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La hora difícil del gobernador

Rubén Costas, el gobernador de Santa Cruz, debe extrañar las interminables caminatas de sus seguidores y las multitudinarias concentraciones de antes de 2008, cuando, ante el cuestionamiento al régimen de Evo Morales, no hizo nada por evitar la toma de instituciones, acción que marcó un punto de inflexión para   su evolución política.

Con una causa abierta en su contra, por irregularidades en su administración, el líder regional vive en vilo estos días, ante una eventual suspensión por parte de la Asamblea Departamental, que el jueves no logró quórum debido a la ausencia de 13 legisladores de la agrupación de la autoridad, Verdad y Democracia Social (Verdes).

Costas es el último de los opositores regionales del gobierno del Movimiento Al Socialismo (MAS), que propició también, en los dos últimos años, el procesamiento y posterior suspensión de los gobernadores de Tarija, Mario Cossío, y del Beni, Ernesto Suárez. Ganador por amplia mayoría de las dos elecciones departamentales, la autoridad no cuenta con el mismo respaldo popular de antes, aunque el viernes, en una concentración llamada por su caso, recibió el respaldo de otros políticos.

Atrás quedaron sus estrechos colaboradores más próximos en su lucha política, como el empresario Branko Marinkovic, prófugo de la Justicia; Germán Antelo, que rompió una alianza con Verdes, y Juan Carlos Urenda, el ideólogo de la autonomía regional alejado del gobernador.

Ya no cuenta con la misma convocatoria de antes. En una charla sobre el avance de las autonomías, un periodista de un diario cruceño decía que “Costas es popular, pero no cuenta con popularidad”. Cierto, en la última encuesta de Ipsos y Apoyo, la aprobación del político cayó de 71% a 44%, lo que implica la peor situación de su popularidad.

Más allá de los argumentos que pueda expresar Costas contra las acusaciones judiciales, la indiferencia social es un caso de análisis.

El editor