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Comer aquí, curarse aquí, dormir aquí, censarse allá

A  nadie le va a tomar por inocente César Cocarico si dice que vive en Escoma, por eso decidió hacerse censar allí. Con más de dos años alojado en la Gobernación de La Paz, en la que pasa buena parte de sus 24 horas diarias, salvo sus viajes al campo, es imposible que la autoridad siquiera vaya a dormir una noche a la semana a su pueblo.

Claro, sus ancestros y sus bienes deben estar allá, de eso no hay duda que valga. Sin temor a equivocarme, él come sajta o ispi aquí, toma agua o un trago de vez en cuando aquí y duerme haga frío o calor aquí. Y aquí es La Paz, donde consume   servicios básicos, educa a sus hijos, cura sus enfermedades, trajina las calles o echa los desperdicios en el basurero local. ¿O no?

Si bien Cocarico fue a censarse   a su comunidad, nada decía que no debió hacerlo, salvo la conciencia. Y la conciencia dice —en el humilde criterio de este servidor— que uno se censa donde vive, no donde vivió o donde pretende vivir el resto de los años que la vida le ha reservado.

Y eso de censarse donde uno vive, tiene sentido. Como el Gobernador no cuenta en las “listas” de la ciudad donde vive, el Estado no podrá depositar la cuota parte de coparticipación a su favor (al distribución de recursos del Tesoro General de la Nación es en función del número de habitantes del municipio). Es decir, serán centavos menos para La Paz, pero el alcalde de La Paz, Luis Revilla, va a tener que inventarse de donde pueda —en desmedro de otros que sí se hicieron censar aquí— para pagar por lo que Cocarico usa del servicio público en la capital. En otras palabras, la torta se distribuirá entre quienes estuvieron el 21 en La Paz, los que no estuvieron y los que están ahora. Y fueron miles los que no estuvieron, en la lógica de la autoridad.

El fenómeno no fue propio del abogado paceño. Los gobernadores de Chuquisaca, Esteban Urquizu,    y Tarija, Lino Condori, hicieron lo mismo que su colega del altiplano. Se fueron a sus comunidades. El ministro Carlos Romero, que tiene sus oficinas en la avenida Arce de la sede de gobierno, también, se fue a Santa Cruz ese día.

Como alguien decía, La Paz es tan buena anfitriona, que recibe con los brazos abiertos a cual foráneo que sea, del campo o de las otras ciudades. Pero muchos son ingratos con ella: comen, toman, se curan o caminan aquí todos los días, pero se hicieron censar allá.