De litigios y procesos de integración
Rada vincula los varios diferendos territoriales que viven muchos Estados de Latinoamérica con un proceso paralelo de integración regional, en particular con el eventual ingreso de Bolivia como miembro pleno del Mercosur.
Hoy, Latinoamérica parece oscilar entre los diferendos históricos que intentan ser resueltos por la vía del diálogo entre Estados o acudiendo a las instancias judiciales internacionales. Los procesos de integración política y económica siguen avanzando, pese a un contexto de deterioro económico regional por el impacto de la crisis internacional.
Aquellos diferendos se gestaron a lo largo de dos siglos, luego de los procesos independentistas y la cruenta formación de nuevos Estados en el continente. Son una herencia histórica que sigue generando tensiones en varios lugares del continente, pero cuya resolución es la condición necesaria para profundizar los procesos de integración en curso.
Sobre estos asuntos fueron dos las novedades que se presentaron en las últimas semanas. Por una parte, la sentencia de La Haya sobre el diferendo marítimo entre Colombia y Nicaragua, y, por otra, la invitación de los países miembros del Mercado Común del Sur (Mercosur) para que Bolivia sea parte de este bloque.
El 19 de noviembre, la Corte Internacional de Justicia (CIJ) de La Haya (Holanda) —que es la máxima instancia judicial de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) creada a la conclusión de la Segunda Guerra Mundial en 1945— delimitó la frontera marítima entre Nicaragua y Colombia en el mar Caribe. La resolución fue muy bien recibida en Managua, pues amplió la soberanía marítima nicaragüense, pero causó malestar en Bogotá, cuyo Gobierno anunció que podría desconocer la jurisdicción de la Corte y desacatar el fallo.
Las repercusiones llegaron hasta Chile y Perú, cuyos gobiernos esperaban con mucho interés la sentencia, por las implicaciones que tiene para su problema de delimitación marítima en la zona en la que ambos países tienen frontera. Hay que recordar que en enero de 2008 el Gobierno peruano presentó ante la Corte Internacional de Justicia el “caso concerniente a la delimitación marítima entre la República del Perú y la República de Chile”. Desde entonces, el caso sigue avanzando y ha llegado ya a la fase de alegatos orales, en la que los equipos de juristas internacionales que representan a ambos estados exponen los argumentos legales e históricos para sustentar su demanda e impugnar las razones de la otra parte.
El Gobierno de Bolivia está atento a esta fase de debates, porque pueden aparecer nuevos elementos que enriquezcan nuestra propia demanda marítima, en fase final de elaboración para su posible presentación ante la CIJ. Es pronto todavía para arribar a conclusiones, tomando en cuenta que la sentencia en este caso salga a mediados de 2013. Sin embargo, siendo la resolución del problema abierto con la guerra de 1879 algo irrenunciable para el interés boliviano, nuestro país sigue ratificando su profunda convicción pacifista e integradora.
En orden a esta voluntad integradora, la invitación por el bloque del Mercosur para el ingreso como miembro pleno de Bolivia es una muestra de que naciones vecinas tan importantes tienen confianza en el rol que puede tener nuestro país para la consolidación geopolítica, no tan sólo económico-comercial, del bloque.
Nuestra ubicación en el centro de Sudamérica, como parte de los tres grandes pisos ecológicos de la región: andino, amazónico y platense, constituye un factor ventajoso que fue tomado en cuenta al momento de decidir firmar el “Protocolo de Adhesión” el viernes en Brasilia. Este documento, suscrito por el presidente Evo Morales, fue también rubricado por los mandatarios Dilma Roussef, de Brasil; Cristina Fernández, de Argentina; José Mujica, de Uruguay; y el representante de Venezuela.
La presencia en esa reunión del mandatario de Ecuador, Rafael Correa, puso de manifiesto que también ese país tiene interés en seguir los pasos de Bolivia, con lo que el Mercosur pasará a convertirse (por su potencial energético, productivo y de consumo) en el más importante proceso de integración económica al interior de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), al punto de que el nombre con que nació hace dos décadas —“mercado común”— quede chico para sus actuales proyecciones. Esto es algo que debieran tomar en cuenta los que siguen analizando al bloque únicamente en sus aspectos arancelarios, dejando en claro que el tema de aranceles es importante y será discutido en función del interés de nuestro país.
Hay otros aspectos a los que se les tiene que dar la misma o mayor importancia, como son los proyectos de integración energética que a Bolivia le interesa impulsar. Estos proyectos, a tiempo de darle valor agregado a nuestra producción gasífera, podrían también ampliar los actuales mercados argentino y brasileño, o abrir nuevos mercados en la región. En este aspecto energético entra también la industrialización minera bajo condiciones de soberanía económica —por lo que tendrán que estar en manos del Estado y no de privados— de nuestras enormes reservas de minerales estratégicas (como el litio o el indio).
No hay que perder de vista que los estados del Mercosur son los de mayor producción mundial de alimentos básicos, por lo que su importancia en las próximas décadas crecerá en magnitud asombrosa. Bolivia tiene que ser parte de proyectos regionales de industrialización de alimentos, de manera que ya no seamos tan sólo exportadores de commodities.
Bolivia se ubica en esta región donde se encuentran las mayores reservas planetarias de agua dulce (con la excepción de la Antártida), por lo que los proyectos compartidos entre varios países de preservación y uso sustentable de esas reservas tendrán, en el futuro inmediato, carácter estratégico.
Como se puede ver, el proceso de adhesión tiene que darse con una agenda propia, capaz de lograr respaldos entre los gobiernos y los pueblos de las naciones vecinas. Tal vez ahí radica la clave para una inserción positiva de Bolivia en el pacto regional. Pero queda una cuestión abierta que sólo el tiempo podrá responder: ¿en el proceso de integración, terminará prevaleciendo la agenda del Vivir Bien, del respeto a la Madre Tierra, o la integración potenciará las tendencias desarrollistas ya presentes en nuestros respectivos países?