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El Presidente sorteó un 2012 complicado y conflictivo

El 2013 fue uno de los años más problemáticos para el Gobierno. Tal vez las circunstancias que pusieron en mayores aprietos al oficialismo y al presidente Evo Morales fueron el conflicto por el Territorio Indígena Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS), que se arrastraba desde 2011; el enfrentamiento entre mineros cooperativistas y asalariados; y el escándalo destapado de la red de extorsión dentro los ministerios de Gobierno y de la Presidencia, y el Órgano Judicial. ¿Cómo saldó Morales estas crisis? Los analistas políticos Reymi Ferreira y María Teresa Zegada evalúan cómo se desempeñó en estos trances.

De manera general, Ferreira califica el trabajo de Morales de “óptimo” y además recuerda que las últimas encuestas indican que en el último semestre se incrementó su popularidad. “Ese indicador es muy importante y no se puede interpretar de otra forma que diciendo que supo campear los problemas graves que se arrastraban de años pasados”.

Específicamente, este académico se refiere a las consecuencias del gasolinazo (diciembre de 2010), que no sólo se prolongaron hasta 2011, sino a 2012; y también al conflicto por el TIPNIS, “el cual superó de manera efectiva”.

Zegada, en cambio, dice no encontrar nada que le llame particularmente la atención en la gestión del Mandatario. “No hubo accionar estrella. Al no existir nada destacable, queda hacer una evaluación general. Lo que dejó de bueno es mantener la estabilidad económica”, rescata.

Afirma que tal equilibrio es lo que más se puede subrayar. En esto coincide Ferreira, para quien este año “probablemente” ha sido el de mejor desempeño económico desde que el Jefe del Estado llegó al Palacio de Gobierno, lo que “favorece su imagen”.

La analista, a diferencia de su colega, no cree que el conflicto por el TIPNIS haya sido cerrado. “El manejo de este problema tuvo más de-   saciertos que aciertos. Esto basándose en los resultados de la consulta y su falta de credibilidad. El tema va a afectar la imagen del Presidente. Estoy segura de que no se salió en absoluto del atolladero”, juzga.

El posible perjuicio que amenazaría a Morales, desde el punto de vista de Zegada, es contrastado con el blindaje que se ha puesto alrededor suyo, anota. “Todos los escenarios de conflictividad dañaron a autoridades nacionales y subnacionales; sin embargo, nunca tocaron al Mandatario, quien siempre queda al margen. Otros pusieron la cara. La tendencia es hábil: mantener a Morales lejos de los escenarios más críticos”.

Abordando otra de las crisis de 2012, el asunto de la corrupción es el que marcará la agenda del próximo año después de que salió a la luz la red de extorsión, deduce Ferreira. “La respuesta enérgica del Presidente y su equipo —ya hay más de diez personas detenidas y otras sindicadas— de algún modo salvó su responsabilidad”, afirma. Los que sí quedaron “manchados” fueron los mandos intermedios y algunos ministerios, dice.

Zegada retorna a su idea del blindaje y además observa que el caso de corrupción tampoco tocó al Jefe del Estado. Este problema abrió cuestionantes sobre cómo se maneja la política en el país, dice. “No se aclaró ni mucho menos —rebate a Ferreira—, más bien da la impresión de que el Estado está siendo capturado por intereses que no puede controlar, lo que nos pone en una situación de mucha incertidumbre”.

La conflictividad entre mineros asalariados y cooperativistas de Colquiri fue otro momento que tomó el pulso al Gobierno, no sólo por las tensiones entre estos dos grupos aliados al Movimiento Al Socialismo (MAS), sino también porque expresaba la paradoja del oficialismo que en este caso particular ponía en escena su intención nacionalizadora y el dar minas a pequeñas empresas privadas (cooperativas). Sobre esta crisis, Ferreira opina que Morales supo manejarla cuando más parecía encontrarse en un “callejón sin salida”. “Un problema que parecía insoluble pudo ser resuelto. Lastimosamente hubo muertos y heridos; sin embargo, se evitó un enfrentamiento mayor”.

Zegada, al contrario, al hablar de manera general, cree que fue un año de mucha conflictividad y que los problemas no se resolvieron, sino  que se pospusieron. “Eso denota que existieron muchas situaciones irresueltas y de presiones de organizaciones sociales que están a la expectativa de respuestas del Gobierno”.

El conflicto por límites, “que al final son peleas por recursos naturales”, va a seguir ahondándose; “se vivieron muchas tensiones de esta naturaleza y hubo un manejo poco destacable. Más que resolver, se posterga. Los conflictos se sortearon, pero sin soluciones de largo plazo”, opina la experta.

No observa lo mismo Ferreira, para quien la capacidad de concertación y diálogo del Presidente —y por lo tanto del Ejecutivo— ha mejorado. “Hay menos intolerancia que antes de parte de los sectores opuestos al Gobierno y a la inversa: hay acercamiento del oficialismo a sectores como el empresariado”, estima.

Cuestiona y resalta el modo de encarar el proceso autonómico de Morales. “Evo no es precisamente un abanderado de las autonomías, sin embargo abrió espacios. Él es unitarista, pero supo trabajar por las autonomías; mientras que a las élites ya no les importa al haber fracasado cuando las utilizaron políticamente”.