Icono del sitio La Razón

Investigar para que no se pierda transparencia. Baldwin Montero Plaza

Una vez más, el año para el gabinete ministerial comenzó con un drama de la ministra Nardi Suxo. Una vez más la autoridad fue señalada en un caso de corrupción, se declaró víctima de quienes persigue y, una vez más, el Presidente le ratificó su confianza.   

2012 comenzó con denuncias hechas en su contra por el ahora asilado senador Róger Pinto y la diputada Norma Piérola, quienes la acusaron de tráfico de influencias para favorecer a su hermano Jorge con contratos para la intermediación de seguros en instituciones del Estado. Según la denuncia, esto ocurrió en el caso de la Policía Boliviana, las Fuerzas Armadas y las Administradoras de Fondos de Pensiones, y la empresa beneficiada sería Corredores y Asesores de Seguros S.A. donde Jorge Suxo aparece como Vicepresidente. Entonces la ministra negó este extremo, inició un juicio por desacato contra Pinto y exigió una investigación para aclarar este hecho.

Este año Suxo se vio envuelta en acusaciones que la señalan como parte de la red de extorsión descubierta con nexos en el Ejecutivo y que llegaron poco después de otra denuncia en su contra por tráfico de influencias, esta vez para beneficiar a su hija con un cargo diplomático en Alemania. Nada de esto hizo que pierda la confianza del presidente Evo Morales, quien pidió a los acusadores presentar pruebas.

En el caso de extorsión, uno de sus acusadores es el expresidente de YPFB y preso por delito de malversación, Santos Ramírez, quien además denunció que cuando ocupaba ese cargo fue presionado por Suxo para que contrate a la empresa Corredores y Asesores de Seguros S.A.

Claro, como las denuncias vienen de un reo rematado y de legisladores de oposición, es válido pensar que tienen un componente político y que buscarían neutralizar su labor de lucha contra la corrupción, como dice la ministra.

Pero también es válido pensar que si el río suena es porque piedras trae, que si existen coincidencias entre los acusadores debe ser por algo. Por eso, lo más sano para terminar con una u otra interpretación debería ser promover una investigación transparente, pública y a fondo de su caso. Eso es lo mínimo que uno espera de una ministra de Transparencia.

Entretanto, con este panorama, las dudas sobre la diafanidad de la ministra continuarán latentes.