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El último aleteo de la derecha reciclada

Que el Movimiento Al Socialismo (MAS) haya logrado sumar el 45% de la votación con una candidata ajena a los orígenes de la principal fuerza política boliviana y a su derrotero político, que lo haya hecho sin alianzas partidarias y solamente con una organización que se construye lenta y dificultosamente en las tierras bajas, que a pesar de las provocaciones para jalarle la lengua y meterla en el maremágnum de sindicaciones acerca de su identidad se haya mantenido firme, siguiendo al pie de la letra una estrategia basada en una propuesta de programa gubernamental, lejos de las escaramuzas verbales, constituyen factores que certifican que la campaña masista apostó a la convicción por la persistencia en la lucha, ya que el partido de gobierno ha logrado su mejor votación en siete años en una plaza históricamente conservadora, donde los patrones todavía pisotean peones.

Jessica Jordan no perdió en las elecciones del domingo porque el MAS nunca ha podido ganar hasta ahora una contienda. En realidad, volvió a imponerse una derecha, esta vez producto del rejunte inventado por Samuel Doria Medina y nuevamente sustentada en la figura de Ernesto Suárez, heredero y fiel militante del banzerismo, el garciamecismo y el tutismo —si nos fijamos con cuidado, se trata de una misma matriz ideológica, autoritaria y hacendal—, parlamentario por Acción Democrática Nacionalista (ADN), prefecto del departamento, luego gobernador y dueño de una tramposa soberbia muy bien utilizada para autovictimizarse como “perseguido” político. Es precisamente este último aspecto el que llama la atención debido a que su salida del cargo aparentemente se debió a asuntos pendientes con la justicia, por irregularidades e indicios de corrupción al frente de la Gobernación beniana, que en lugar de deteriorar su imagen  —está claro que el Ministerio de Transparencia no completó su tarea en la búsqueda de antecedentes legales contra esa administración— la robustecieron para apuntalar la campaña en la que ejerció como ventrílocuo de un candidato sin personalidad, sin peso específico propio, bendecido por el padrinazgo y sus orígenes riberalteños y que entre sus “logros”, como subgobernador de la provincia Vaca Díez, figura la administración de financiamiento para la construcción de una terminal aérea que nunca se hizo.

Jessica no perdió, Carmelo no ganó, y son los armadores de una ficticia y bien maquillada cohesión los que han encontrado un respiro y un envión cara a las presidenciales de 2014, bajo el pretendido argumento que sólo con unidad se le puede ganar al MAS, y, en ese marco, ha sido el jefe de la Unidad Nacional (UN), el exmirista Doria Medina, el que ha sacado mayor ventaja, seguido por Rubén Costas, gobernador de Santa Cruz y el propio Suárez Sattori, que ya tiene desempolvada la silla detrás el trono para intentar rearticular sus influencias y su control sobre un departamento que continúa siendo el más postergado en términos de despegue hacia un desarrollo económico social inclusivo.

El MAS hizo lo que mejor estuvo a su alcance para intentar el triunfo, pero se pagan caro los errores propios por los que llega la derrota, antes que por virtudes ajenas. En primer lugar, el calendario fue equivocadamente definido, considerando que los zafreros de la castaña se marchan de Riberalta entre fines de diciembre y principios de abril para trabajar en la nueva cosecha, lo que dio lugar a que por lo menos 17 mil  campesinos, potenciales votantes, no pudieran concurrir a las urnas, lo que generó un 38% de abstención, más los aproximadamente 4.000 votantes de Guayaramerín que no pudieron ejercer su derecho debido a que les habían cambiado las mesas de sufragio, lo que generó una confusión que no pudo ser remediada. En números globales, el abstencionismo en las elecciones del 20 de enero superó el 30%, cuando la media nacional oscila entre el 9% y 10%.

Como el caudal de votos se concentra fundamentalmente en la provincia Vaca Díez (Riberalta y Guayaramerín), con 66 mil electores, y en la provincia Cercado (Trinidad), con un número parecido, más del 60% de la votación se concentra en estas dos provincias y es definitoria, pues las seis provincias restantes —en las que ganó Jessica— suman todas ellas cerca de 70 mil votantes. Esto lleva a la conclusión de que la ausencia de una parte significativa de la base natural del MAS le facilitó las cosas a Suárez y a sus aliados, considerando además el estrepitoso fracaso de la candidatura de Pedro Nuni, que apenas rebasó el 2% de la votación y que luego de dos marchas en supuesta defensa del TIPNIS (Territorio Indígena del Parque Nacional Isiboro Sécure) perdió en su propio reducto, San Ignacio de Moxos. Con ese panorama, se trató de una elección con solamente dos protagonistas que en la capital del departamento tuvieron al alcalde Moisés Shriqui, también de orígenes políticos banzeristas, como principal aliado, quien controla gran parte de la ciudad con microempresas que trabajan para el municipio trinitario.

Un empresario de frases twiteras e ideas esquemáticas como Doria Medina, aparte de haberle aportado recursos económicos a la campaña de Lens, ha puesto en juego la búsqueda del reciclamiento del modelo de pactos partidarios para hacerle frente al MAS. Ha puesto a cabalgar eso del “pensar distinto”, frase vacía de contenido si se considera que el pensamiento político debe estar caracterizado por unos postulados basados en un ideario y en una visión de país, cosa que en la derecha que él representa ese pensar distinto no va mas allá de la repartija de pegas para, en este caso, administrar durante casi dos años la Gobernación del Beni. Combatiendo los estereotipos que intentaron encasillarla, y por supuesto que también el dominante patriarcalismo que no admite la presencia femenina en los espacios de decisión de una sociedad falocrática, Jordan tuvo que enfrentarse a cuatro fieras de la política tradicional boliviana —Suárez Sattori, Doria Medina, Costas, Shriqui— quienes, juntas, apenas pudieron conseguir ganarle por aproximadamente cinco puntos, lo que indica que la candidata de Huacaraje tiene claridad en sentido de que su carrera política recién ha comenzado.

Evo Morales y Álvaro García Linera se adelantaron en reconocer la victoria de Lens, cuando todavía los resultados del Tribunal Electoral beniano arrojaban datos parciales que bordeaban el 40%. A partir de esta significativa experiencia, considerando los tiempos y las claves culturales del oriente boliviano que difieren significativamente de los que transcurren en tierras altas, el partido de gobierno debe encarar el desafío de afinar la maquinaria para las elecciones generales que se producirán el año 2014 y para ello deberá redefinir un método de trabajo en el que efectivamente debe imponerse un modelo político autonómico con centralismo democrático en las grandes líneas directrices, pero con desconcentración de decisiones y acciones operativas a partir de cada realidad regional. Salir derrotado por no considerar el calendario de la zafra castañera tiene que ser asumido como un error garrafal.