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La militancia y los errores de los periodistas

Los periodistas, además de informar cumpliendo las reglas básicas que exige este oficio para el tratamiento de la noticia, tenemos un punto de vista y ese punto de vista ciertamente influye en la valoración y el tratamiento que a diario hacemos de las noticias.

Por supuesto que no somos asépticos ni subliminalmente objetivos, pero debemos estar comprometidos con la verdad, estar atados a ella. Y quienes no tengan esa militancia no deberían ser considerados ni por asomo periodistas, aunque tengan maletas llenas de títulos u ocupen espacios privilegiados en los medios de comunicación.

Las inclinaciones de los periodistas afloran a diario en el tratamiento de las noticias, lo que no necesariamente significa vulnerar esa militancia con la verdad, porque es posible tratar una misma información con dos o más enfoques completamente distintos, sin mentir. Lo que ocurre es que cada periodista mira la noticia desde un ángulo diferente y de lo que se trata es de encontrar el ángulo correcto.

Pongamos algunos ejemplos. En el caso de las últimas elecciones en Beni, es tan válido titular Carmelo Lens ganó en Beni con 52,27%, Jessica Jordan perdió por ocho puntos o El apoyo electoral al MAS en Beni crece en 4,25%. Ninguno de estos titulares encierra una mentira, aunque queda claro cuál es “el más correcto”.

Recuerdo un caso que se me quedó grabado de por vida. Cuando trabajaba en el desaparecido periódico Última Hora se disputó uno de esos esperados clásicos del fútbol paceño, cuando Bolívar venció a The Strongest por 3-1. Entonces, el editor del suplemento deportivo tituló El Tigre pierde 1-3 en el clásico.

Estaba en lo correcto, pero en mi criterio la noticia era qué equipo había ganado, no cuál había perdido. Cuando hice mi observación y le pedí que cambiara el titular, en su defensa argumentó que la campaña que había hecho The Strongest había sido tan buena que todos esperaban una fácil victoria en el clásico, por lo que en su criterio la noticia en este caso era su derrota, no obstante la victoria de Bolívar.

Entonces discutimos por largo rato y ante la imposibilidad de llegar a un acuerdo pedimos la opinión de otros colegas. Al final titulamos que Bolívar había vencido el clásico, partiendo del principio de que había tanta expectativa por la victoria de The Strongest como por su derrota, o sea la victoria de Bolívar.

Claro, no siempre es así y el ejemplo está a la vuelta de la esquina. La semana pasada, Bolívar perdió frente Sao Paulo 5-0 y para los periódicos del país lo correcto era titular que Bolívar había perdido, aunque la noticia en Brasil fue la victoria de los paulistas.

Lo que ocurre es que cada noticia merece un particular análisis para definir el enfoque correcto y la práctica actual, desde hace aproximadamente 20 años, es que éstos, al menos los más importantes, se definan en reuniones de editores, en las que son frecuentes los debates como el que se dio cuando estaba en Última Hora. Esto hace que los periodistas filtremos de mejor manera nuestras percepciones personales en favor de nuestros lectores.

Y como es posible elaborar más de un enfoque con una misma noticia, es también posible publicar una mentira por error de interpretación, lo que no nos condena automáticamente al exilio, al menos no mientras cumplamos con el requisito básico de la rectificación, justamente en defensa de esa militancia con la verdad.

Un ejemplo es la edición del jueves de Página Siete, que tituló en portada Hay 10,3 millones de bolivianos y comienza la pugna por escaños, cuando en      realidad el dato es sobre la cantidad de habitantes en Bolivia y no sobre la cantidad de bolivianos. Decir que hay 10,3 millones de bolivianos es una mentira, pero en este caso se nota que fue un descuido de interpretación, porque inmediatamente en el sumario que acompaña el titular se menciona que “Bolivia tiene 10.389.913 habitantes…”.

Continuemos con ejemplos reales y cercanos. El último viernes la responsable de la Dirección de Registro, Control y Administración de Bienes Incautados (Dircabi) informó que exfuncionarios de la oficina regional de Santa Cruz fueron denunciados por robo agravado tras descubrirse que en su gestión fueron desmantelados al menos 600 vehículos incautados para vender sus partes en el mercado informal.

La Razón tituló Investigan el desmantelamiento de 600 vehículos en Dircabi; El Deber: Dircabi denuncia a exfuncionarios; Los Tiempos: Dircabi ‘proveedor’ del mercado negro; Opinión: Bienes Incautados investiga red de corrupción, y el gubernamental Cambio: Dircabi involucra a exjefe del MNR en apropiación de bienes de Diodato. Los Tiempos miente en su titular por ahorrar palabras. Atribuye la comisión de un delito a una institución y no a los exfuncionarios de ella, como luego se lee en la nota.

Cambio no miente en su titular de portada, que incluye una carga política al igual que en su titular de páginas interiores: Neoliberales se apropiaron de los bienes de Diodato, pero miente en el texto de la nota cuando afirma que “El excanciller Guillermo Bedregal (MNR) tiene a su nombre un departamento que fue incautado al italiano aprehendido en 1999”.

El sustento de esta afirmación es una declaración de la directora de Dircabi, Mirtha Jiménez, en la que lanza una sospecha, pero en ningún caso hace una afirmación: “Ha desaparecido un departamento y me han dicho después que estaba en poder de Guillermo Bedregal, que ha aparecido como propiedad de Guillermo Bedregal, y estamos verificando eso”.

En fin, casos muy recientes que deberían llevarnos a la reflexión para que nuestros continuos errores no hagan dudar sobre nuestra militancia con la verdad, que en todo caso, aquí y en cualquier parte, siempre estará cuestionada por quienes detentan el poder, que estarían mejor sin periodistas que informen sobre sus de-    saciertos y con puros periodistas militantes de sus causas, que no necesariamente son las causas de todos.

Los errores son aprovechados para desacreditar al gremio en su conjunto y si bien es posible rectificar un error, el deterioro que esto provoca en la imagen de todos los periodistas es irreparable y alimenta el discurso de quienes se sienten incómodos con nuestra labor.