Bolivia versus Chile en la Celac
Si bien el discurso de Evo Morales develó el incumplimiento de tratados por parte de Chile, el de Sebastián Piñera fue contundente, pero falso, considerando que miente al afirmar que su país cumple los tratados.
Como estaba previsto, el foro de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y el Caribe (Celac) fue escenario de una nueva discusión entre Chile y Bolivia sobre el problema marítimo boliviano, que, sorpresivamente, terminó con un compromiso de los presidentes de ambos países de recorrer juntos el trayecto Arica–El Alto en el ferrocarril, que, según el Tratado de 1904 (artículo 3) y la Convención de 1905 (artículo 12), debería operar perpetuamente entre esas dos ciudades.
También llamó la atención el discurso de Evo Morales, que, a diferencia de otras oportunidades, fue mucho más respetuoso y constructivo. Fundamentó por primera vez sus acusaciones acerca de que Chile incumple el Tratado de 1904 con ejemplos y argumentos y, para sorpresa de todos, propuso una fórmula de solución que consiste en compartir gas con Chile una vez resuelto el acceso boliviano al mar.
Contrariamente, la respuesta de Sebastián Piñera no sorprendió mucho, pues, más allá de la claridad y solvencia con las que expuso, básicamente repitió los argumentos que ha venido esgrimiendo desde que Morales anunció su intención de apelar a instancias internacionales para recuperar un acceso soberano al mar. Eso sí, aprovechó la oportunidad para fruncir el ceño y rechazar en el acto la propuesta marítimo-gasífera.
Si bien la estrategia boliviana mostró considerables mejoras, el discurso del presidente Morales no logró el objetivo de incomodar a los chilenos porque careció de la claridad y precisión necesarias para convencer a una audiencia que no conoce este tema en detalle (mezcló los incumplimientos de Chile con supuestas violaciones a los derechos humanos y no citó la Convención de 1905). Además, no fue coherente terminar dicha argumentación afirmando “pero acá no estoy pidiendo cumplimiento, sino que se repare un derecho del pueblo boliviano”, porque lo primero que debería pedir, sino exigir, es el más estricto cumplimiento de los compromisos bilaterales, no sólo porque la confianza de toda relación interestatal depende de ello, sino porque sería mucho más fácil dialogar sobre el tema marítimo o sobre cualquier otro asunto si ambas partes respetan lo acordado.
Por otra parte, tampoco fue conveniente intentar conmover a los jefes de Estado y de Gobierno presentes pidiéndoles que imaginen el sufrimiento que siente un niño boliviano cuando se entera que su país nació con mar o que se pongan en el lugar de nuestros abuelos que no conocen el océano, porque existe evidencia histórica de que la estrategia del dramatismo plañidero ha fracasado cada vez que se ha intentado aplicar. Por último, en cuanto a la propuesta marítimo-gasífera, todavía no es posible emitir comentario sobre su pertinencia o efectividad, porque pudo haber sido un intento alocado por lograr el milagro de la aceptación chilena a riesgo de recibir un portazo o pudo haber sido parte de la estrategia que prepara la Dirección de Reivindicación Marítima (Diremar), entre muchas posibilidades.
Pero si a la sólida y legítima argumentación de Morales le faltó claridad, precisión y, sobre todo, una mejor presentación, el discurso de Piñera fue todo lo contrario. El anfitrión se dio el lujo de hacer una exposición magistral de sus argumentos basándose en afirmaciones muy cuestionables y, en algunos casos, falsas. Pero aun así salió mejor parado debido a que la opinión pública no conoce los pormenores de este tema.
En efecto, Piñera fue muy cínico al asegurar que “Chile tiene una comprensión y un compromiso especial con la situación de mediterraneidad que afecta a Bolivia” porque él mismo dispuso la interrupción del diálogo de la Agenda de 13 puntos al cancelar la reunión que tenía que realizarse en noviembre de 2010 y, a raíz de eso, nunca cumplió el compromiso asumido por su Gobierno en julio de ese año de presentar así como alcanzar soluciones concretas, factibles y útiles al tema marítimo boliviano. Esto, como correspondía, le fue recordado por Morales al final del debate.
Luego, con el propósito de demostrar que Chile no impuso a Bolivia el Tratado de 1904, Piñera recordó que el Presidente y el Canciller de Bolivia en ese entonces fueron reelegidos por el pueblo boliviano años más tarde. No obstante, si existe alguna relación entre esos hechos, mayor relevancia tendría recordar que, el 10 de enero de 1920, Chile —a través de su representante en La Paz, Emilio Bello Codesido, quien había firmado el Tratado de 1904— se comprometió a cederle a Bolivia una zona importante de Arica y del ferrocarril, en un claro intento por rectificar lo acordado en 1904.
Pero la muestra de mayor cinismo que dio Piñera fue cuando dijo, una vez más, que “Chile cumple sus tratados”, porque Morales le acababa de explicar cuáles son los puntos del Tratado de 1904 que su país incumple y, principalmente, porque los hechos históricos contradicen esa afirmación: Chile desconoció el Pacto de Paucarpata de 1837 suscrito con la Confederación Perú-Boliviana; terminó unilateralmente el Tratado de 1874 alegando incumplimiento de Bolivia y con ello inició la guerra de 1879; nunca cumplió el Tratado de Ancón suscrito con Perú en 1883, en su parte referida al plebiscito de Tacna y Arica; transgredió varias veces el libre derecho de tránsito otorgado a Bolivia mediante el Tratado de 1904, como dijo Morales; mantuvo sin funcionamiento al ferrocarril Arica-La Paz por más de diez años (realizó muy pocos viajes de 2001 a 2005 y desde entonces estuvo completamente paralizado hasta hace poco) en flagrante violación a la Convención de 1905; tampoco cumplió con retirar las minas antipersonales de la frontera, a pesar de que se comprometió a ello mediante la Convención de Ottawa de 1997; etc. Además, recientemente incumplió ciertos acuerdos internacionales sobre contrabando que se aplican a la aún no esclarecida incursión de militares bolivianos a territorio chileno. Todos estos hechos incontrovertibles demuestran, indiscutiblemente, que Chile no cumple sus tratados.
Asimismo, con el propósito de rechazar la propuesta de Morales, Piñera afirmó que la soberanía no se negocia por intereses económicos, olvidando que su país aceptó negociar la soberanía de Arica por dinero y/o agua en varias oportunidades de la historia (1895, 1920, 1923, 1926, 1950, 1961 y 1975) y, por si fuera poco, también dijo que Chile no está dispuesto a cortar o dividir su territorio, tal como si alguien le hubiera pedido hacer tal cosa en algún momento.
Por todo esto, parece difícil que ambos presidentes logren ponerse de acuerdo en el recorrido que eventualmente realizarán por vía férrea de Arica a El Alto, y no sólo porque las posiciones parecen irreconciliables, sino porque para que ese viaje se realice, es necesario que los mandatarios cumplan lo acordado, pero, como ni Morales ni menos Piñera tienen antecedentes de respeto a las formalidades, quizás nunca los veamos viajar juntos de la costa al altiplano.