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El gas y el enclave

En la reunión de la Comunidad de Estados de Latinoamérica y el Caribe (Celac) de Santiago, el presidente Evo Morales planteó a Chile la posibilidad de venderle gas boliviano si se solucionaba el problema marítimo nacional. Como era de esperar, el presidente chileno, Sebastián Piñera, rechazó el ofrecimiento con el argumento de que los temas de soberanía no se negocian por intereses económicos.

Por su parte, días después, el Mandatario chileno declaró que su país propuso ceder a Bolivia un enclave al norte de Arica, pero sin soberanía. En respuesta, el Gobierno boliviano demandó que su par de Chile presente una “propuesta oficial” sobre dicho enclave.

Parecería que con las dos respuestas, las ofertas de gas boliviano a Chile y de enclave al norte de Arica para Bolivia habrían quedado estancadas.  Pero la realidad es otra, los ofrecimientos han quedado en pie, y ahora toca negociarlos en el plano diplomático, y en forma reservada, hasta llegar a su concreción. 

Mucha gente en los dos países cree que el asunto de la venta de gas boliviano a Chile ya estaría casi archivado. Pero eso no es cierto. El pueblo chileno es inteligente y comprende que la adquisición de gas de ultramar es de elevado costo, y ello no sólo repercute en el encarecimiento del gas domiciliario en sus ciudades, como el presidente Morales lo ha destacado, sino que perjudica grandemente la expansión industrial de esa nación.

El deseo chileno de comprar gas de Bolivia era tan fuerte que el presidente Ricardo Lagos vino a nuestro país varias veces y trató el asunto con casi todos los gobiernos del presente siglo. A varios de ellos, sobre todo a Carlos Mesa, le manifestó la disposición chilena de ceder un corredor al norte de Arica, con plena soberanía.

Posteriormente, el Gobierno del mencionado Mandatario chileno mantuvo una cordial relación con el del presidente Eduardo Rodríguez, al extremo de que arribaron a un importante entendimiento en la reunión de consultas políticas realizada en Iquique, en noviembre de 2005.

En dicha reunión, el entonces jefe de la delegación chilena, el subsecretario de Relaciones Exteriores, Christian Barros, declaró que su gobierno, desde hacía muchos años, tenía un proyecto definido sobre el problema marítimo boliviano. Ése consistía en la cesión de un corredor al norte de Arica, que ya había sido propuesto durante el gobierno del general Augusto Pinochet en la llamada Negociación de Charaña. En cuanto a la compensación por la entrega del corredor, Barros comentó que la única factible era la compensación territorial, es decir, un trueque de territorios, ya que no habría un solo chileno que aceptase reducir la superficie de su país.

Sobre el llamado “veto peruano”, en esa ocasión se consideró que si la oposición peruana se pusiese intransigente, lo cual era muy poco probable, se llegaría primeramente a una solución intermedia hasta que ese país cambiara de actitud. Esa solución consistía en la entrega del corredor a Bolivia, pero sin soberanía, en una especie de zona franca o comodato. Y Bolivia haría otro tanto, es decir, concedería a Chile un territorio de la misma superficie y con la misma condición jurídica.  

Con el cambio de gobierno en Bolivia y la subida al poder de Evo Morales,  la relación bilateral había mejorado más aún. Lagos viajó nuevamente a La Paz y mantuvo una muy importante reunión con su colega boliviano. En ella reiteró categóricamente que su gobierno y el que presidiría Michelle Bachelet estaban dispuestos a conversar y negociar sobre todos los temas de la agenda bilateral, sin ninguna exclusión. En esa oportunidad, Lagos manifestó que Chile estaba dispuesto a adquirir el gas boliviano a un precio muy superior al que pagaba Argentina y Brasil.

Es importante recordar, además, que cuando Morales viajó a Chile para la asunción de Bachelet, no sólo ella demostró interés por el tema marítimo, sino el pueblo chileno, que en forma masiva —se calcularon cerca de 10 mil personas reunidas en un estadio— pidió una salida al mar para Bolivia. 

Este entusiasmo popular permitió que Bachelet anunciara a la prensa que muy pronto comenzarían las conversaciones con Bolivia sobre la cuestión marítima. Pero poco tiempo después surgió un grave problema: absurdamente, el gobierno de Morales volvió a suscribir un acuerdo de venta de gas a Argentina con la cláusula de la “ni una molécula de gas”, es decir, que Argentina se comprometiera nuevamente a no vender gas boliviano a Chile. Esta insensata política ha servido para provocar en el pueblo chileno una gran aversión a nuestro país, al extremo de que más del 80% de su población rechazó una eventual cesión territorial a Bolivia. Desde ese momento, el gobierno de Bachelet reculó en lo referente al problema marítimo y mencionó que sólo concedería una zona sin soberanía.
De este modo, en el acta de la reunión de consultas políticas, realizada en Santiago en 2008, se determinó la concesión de una zona franca de diez hectáreas de extensión en el puerto de Mejillones. Posteriormente se propuso la entrega de una zona franca por el puerto de Pisagua. Pero ninguno de esos proyectos se concretó porque se referían a territorios que nunca pertenecerían a Bolivia.
Pero ahora el presidente Piñera ha manifestado que su gobierno está dispuesto a ceder un enclave al norte de Arica. Este último ofrecimiento sí es importante para Bolivia, ya que ese territorio está ubicado en la costa del Corredor que Chile determinó conceder en la negociación de Charaña. Y como bien dijo un distinguido diplomático chileno, Enrique Bernstein, el día en que Bolivia ponga un pie en la costa del Pacífico nunca saldrá de ella.
En consecuencia, es menester que los dos ofrecimientos, el del gas y el del enclave, sean estudiados y analizados por los dos países en forma conjunta. Como dijo años atrás el canciller David Choquehuanca, la política internacional no se puede realizar por medio de la prensa, sino mediante una negociación reservada. Y si esta negociación se realiza, pronto se superarían los resquemores y antipatías que existen actualmente entre los dos gobiernos, y muy posiblemente ella desembocaría en soluciones concretas que darían lugar a que se allane el camino para la superación del lamentable encierro geográfico de Bolivia.