Icono del sitio La Razón

La política en la voz de Silvio

Cuando el 15 de abril Silvio Rodríguez salió a escena en el estadio Ramón Aguilera Costas, habían pasado 30 años desde su último concierto en Bolivia. Esa visita que realizó el trovador cubano hace tres décadas coincidió con la recuperación de una democracia que dejó atrás a las dictaduras militares que padeció el país.

Desde entonces, mientras Bolivia asiste a cambios que modificaron de manera sustancial su mapa político, económico, demográfico y tecnológico, Silvio suma 15 álbumes a su discografía y una sentencia política: “Bolivia nos dio una lección de dignidad al continente, y acá tenemos al responsable”. Lo hizo mientras señalaba a Evo Morales, en una reunión en la que se entremezcló la política y la música, en Santa Cruz.

Socialista. Y logró un papel importante en la vida política de su país. Fue parlamentario durante tres periodos legislativos (15 años) y dejó ese cargo en 2008 porque —reconoció— es un mejor aporte al modelo cubano desde los escenarios. Más de una vez dijo que sus canciones son políticas, y tiene razón. Sus temas —al menos los primeros— son de protesta, en su afán de buscar una igualdad social y el pleno respaldo a la revolución que lideró Fidel Castro.

“Acepté (ser parlamentario) un poco a regañadientes; no me veía como diputado, pero fue necesario y di el paso al frente”, admitió en 2008 el artista. Pero dejó claro que no se alejaba de la política, ya que con su aporte musical iba a dar aliento al modelo socialista cubano. 

Sus canciones nacieron con el triunfo de la revolución cubana que apuntaló el surgimiento de la izquierda en América. Recorrió el mundo. Su guitarra es su mejor compañía y su voz —todavía intacta— es la mejor expresión de protesta. En Santa Cruz, Silvio recordó su visita al centro minero de Siglo XX hace tres décadas. En ese entonces lo acompañó Vicente Feliú. Con poco oxígeno salió agotado del escenario, sin embargo —rememora— un minero pidió que cantara Fusil contra fusil. No lo dudó. Salió nuevamente ante el público, cantó la canción que le había escrito a Ernesto Che Guevara.

“A fines de la década del 70, en el Auditorio Nacional de México, entreabrí los ojos mientras cantaba Fusil contra fusil y atisbé que una persona de la primera fila me apuntaba con un revólver y sonreía. Yo apreté los ojos y conseguí terminar. Quince años más tarde, a más de 4.000 metros de altura, en las legendarias minas de Siglo XX, al final de un acto en el local de su sindicato, los mineros bolivianos me pedían a gritos ¡Fusil contra fusil!, es el recuerdo de Rodríguez.

21.50 del 14 de abril. Silvio aterriza en el aeropuerto Viru Viru de Santa Cruz y con poca cobertura periodística se traslada a su hotel, Los Tajibos. A sus seguidores les promete un concierto único, que al día siguiente fue confirmado por 25 mil almas.

Su paso por Bolivia no se apartó de lo político. Estar en la región donde asesinaron al Che le ocasionó una fuerte emoción. También tener cerca a Morales le causó un sentimiento de admiración. Con una sobriedad ineludible dijo ser un “recluta incondicional” de la causa marítima boliviana.

Y donde fue trascendió lo artístico para propalar un tono político. Algo inédito es que en Washington se oyeran vivas para Fidel y el Che. O que flamearan banderas ecuatorianas, venezolanas, cubanas y bolivianas (países del bloque del Alba y críticos con Estados Unidos). Esa paradoja lo logró Silvio, cuando cantó en la capital estadounidense en 2010. Ahí, el trovador le pidió a Barack Obama que libere a los cinco agentes cubanos detenidos en Miami y que fueron condenados por espionaje.

Esa voz también se escuchó en Santa Cruz. Fue en el estadio cruceño que —como en pocas ocasiones— se mostró la pluralidad cultural y humana que tiene Bolivia. Al concierto llegaron gente de todo el territorio, de izquierda o derecha, y muchos simplemente por admiración al trovador cubano. 15 de abril. Al finalizar la tarde llegó al hotel Casa Blanca de la capital cruceña. En el lugar lo esperaba Morales y Álvaro García Linera. Hablaron en privado por casi media hora.

Seguro el tono del encuentro fue netamente político. Al finalizar la cita, el Presidente del Estado le entregó un cuadro del Che hecho con hojas de coca y un diario del guerrillero cubano. En contribución, el trovador le obsequió su discografía, pero el regalo más importante se lo dio en el concierto. Le dedicó un tema a Evo: El necio, canción escrita para Fidel Castro y que tiene un alto sentimiento socialista.

Todos tenemos un espíritu revolucionario. Así lo cree Silvio. En Bolivia su legado está intacto, como su voz. Apostó hace tres décadas por la reconducción democrática del país, y lo comprobó hace días, cuando elogió el modelo político que encabeza Morales. Para algunos puede ser aceptable, para otros quizá no, pero lo que queda claro es que Silvio destapó, con su música, el sentimiento de búsqueda de la igualdad social.