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Érika Soliloquio

Si este Gobierno no fuese tan autoritario, en lugar de traer a ese honorable señor que habla de revoluciones y otras cosas que no entiendo, hubiese hecho caso al gusto popular. Si había que elegir un espectáculo para la mayoría, ¿por qué traer al vetusto Silvio? De lejos, un Gobierno democrático de verdad hubiese optado por el inmenso Bronco, que con su no sé qué atrae por igual a chicos, viejos, jóvenes y cuarentonas.

Pero el Presidente y su ministerio de esculturas no saben apreciar el arte. Si por algún incomprensible motivo no les gusta Bronco, podían haber traído a la bella Shakira. ¿Se imaginan? La gente merece shows de calidad y un Gobierno sensible sabe que a la gente le gusta bailar al ritmo de las caderas de Shakira. No pues ese viejito que les canta a los necios. Tengo mucha furia. La voy a masticar.

Y si por último al caudillo y los suyos tampoco les atrae la moderna Shakira, ahí está como tercera opción el increíble David Guetta. Todos se mueren por verlo (yo soy la prueba viviente). Pero ya sabemos que al Gobierno del MAS, desenchufado, sólo le interesa el pasado. Seguro ni deben saber que este disc jockey existe y que es la nueva línea musical del milenio. En fin. Hasta el gran Arjona hubiera sido mejor que el rebuscado Silvio.

Pero bueno. El arte es una cuestión de gustos. Depende de quién lo mire. Y el único parámetro disponible para decir quién es bueno y quién es malo es la cantidad de aplausos. Sólo un Gobierno obtuso no lo entendería. Un artista no es bueno por su poesía, su cadencia o porque permanezca (ni Los Beatles califican). Lo que cuenta son los a-plau-sos, damas y caballeros. Y a Bronco lo aplaudimos a rabiar porque lee los corazones.

Como sea, el tema de fondo no es a quién se trae, sino por qué gastar 150 mil dólares en un antojito fuera de moda para cincuentones. Otro Gobierno —por suerte vamos por el candidato OPO de unidad para 2014—, un buen Gobierno, digo, haría guarderías para que las mamás trabajadoras dejen a sus guagüitas. O mejor: hubiese dado ese dinero a la Iglesia Católica para que mantenga los orfelinatos. Y así de paso combate el (auto)robo de joyas de la Virgen.

Qué bronca, sin Bronco, tengo.