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Censo de la sinceridad y el desconcierto

La verdad es necesaria para vivir en paz y así saber cómo debemos actuar. Esta afirmación es rotundamente válida con relación al censo y más todavía para la aplicación de políticas públicas. Trataré de no repetir lo que ya se ha dicho, y que está resumido en el título de este artículo y en el que escribió Xavier Albó: “Dos sorpresas del Censo 2012”. Solicito me dispensen por utilizar números para facilitar la separación de las categorías.

1. Empieza el proceso de sinceramiento nacional: Somos un país urbano, mestizo y librepropista, con un importante componente indígena y con mentalidad gubernamental-comunitarista. La ola indigenista —utilizada de manera inteligente y oportuna por el presidente Juan Evo, y que respondía a una necesidad nacional de sinceramiento con nosotros mismos— cumplió su etapa en la historia nacional. En el censo ha emergido nuevamente ese otro país que tiene calificaciones distintas y que cada una de ellas acarrea nuevos retos.

No tenemos desarrollada nuestra respuesta urbana en temas básicos (transporte, residuos sólidos, ocio productivo, seguridad ciudadana…), donde vivimos la mayoría de los habitantes de Bolivia. Y la gente vive de su trabajo e iniciativa. Ahora nos asumimos más pacíficamente producto cultural del mestizaje, más allá del galimatías que ensaya el vicepresidente Álvaro García Linera. El número de indígenas del Censo 2011 no desapareció, simplemente no existía en esa proporción.

2. La desconfianza en la información pública seguirá siendo una tendencia. Ni con los datos que se administran entre cuatro paredes logra ajustarse la verdad pública. El gafe de la “información preliminar” y las reacciones oficiales de trasladar la responsabilidad a la presión de los medios de comunicación no pasan examen básico. Alguna vez tendrá que admitir Su Excelencia que sus palabras “causan estado”, es decir, son verdad pública, y eso acarrea consecuencias, pues sus equivocaciones no son las de cualquier mortal. El Estado deberá hacer esfuerzos sinceros para reconciliarse con una población que demanda transparencia.

3. El eje central seguirá funcionando como un hoyo negro que absorberá la migración de la periferia, urbana y rural. La gente necesita certezas de calidad de vida, servicios, expectativas… y las seguirá buscando de la manera más natural y espontánea, trasladándose. La carretera troncal que se inicia en Puerto Quijarro y Puerto Suárez y llega hasta De- saguadero, y viceversa, terminará siendo por las noches una estela de luz continua por las poblaciones que seguirán desarrollándose. La economía de los pequeños y grandes emprendimientos está ahí.

4. Nos estamos acercando al 80% de población viviendo en área urbana, promedio de América Latina. El lejano país de población rural está dando lugar a la constatación empírica de personas viviendo en ciudades, en porcentajes similares a lo que ocurre en todo el continente. La causa es la misma y responde a un patrón de vida que analiza, o acepta, economía de escala y cantidad de servicios accesibles. La vida de habitantes en áreas rurales, en un país con la extensión como el nuestro, demanda recursos muy altos y escasos, y mayores para su sostenibilidad.

5. Los originarios indígenas campesinos que se trasladan a las ciudades no dejan de serlo, mantienen su memoria histórica y su impronta milenaria, pero no pueden trasladar su modo de vida y producción, y eso significa una ruptura muy compleja. El abandono del campo, complicado por sus propias connotaciones, debe enfrentar otro mundo, diferente y hostil. El primer paso es buscar a los parientes y amigos (en Cobija hay una colonia muy grande de Orinoca, por ejemplo), ellos sirven de primer salvaguarda, pero la realidad urbana es más dura. Y viene la sensación del abandono y la marginación. En la ciudad no se conjugan autoridades originarias, justicia comunitaria, producción de la tierra, relación con la naturaleza y la distancia… Si el Estado Plurinacional no acepta esta realidad, está fabricando excluidos del campo y de las ciudades.

6. El volumen de políticas públicas que deben aplicarse en salud, desarrollo y empleo, para no poner sino ejemplos básicos, necesita más inversión concurrente y menos “Evo cumple”. Las definiciones deben estar en el marco de una estrategia y no en el entusiasmo de una demanda que se acompaña de un cheque sin fiscalización. La existencia de recursos públicos en los volúmenes actuales, y que engrosan la cuenta “caja y banco”, no puede significar la pérdida de una oportunidad histórica. La coordinación
en la planificación y la inversión pública con gobernaciones y alcaldías es imprescindible.

7. Desde la Participación Popular, la gente vale en el territorio. La manipulación de los números refuerza la tendencia federal al obligar a las autoridades territoriales a salir en defensa de los recursos que necesitan para definir, a través de los instrumentos autonómicos y las leyes departamentales y municipales, su futuro. A esto llamo la paradoja federal; un gobierno de comportamiento y decisiones centralistas ha consolidado, pacíficamente, la solución federal del Estado.

8. La distribución de la representación política tiene que ver con población, no con desarrollo. Este concepto como componente de realidad debe ser abordado con políticas públicas de compensación, no con el desconocimiento de la realidad. El volumen poblacional de un territorio necesita respuestas en esa proporción.

9. Las elecciones de 2014 deben ajustarse al dato del censo en población y distribución de la representación. La solución más rápida, pero menos responsable, sería no ajustar el escenario electoral a la realidad política poblacional.

10. Y aunque no es una consecuencia directa del censo, pero sí una necesidad nacional, tenemos que buscar la cohesión social a través del pacto productivo en soberanía alimentaria y desarrollo turístico, ayudado por la ciudadanía informada a través de los jóvenes y las redes sociales. Este escenario será irrepetible en posibilidades positivas. La realidad les está demandando a las actuales autoridades un baño de sinceridad. Lo deseable sería que no lo desperdicien.