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Brasil, una crisis inédita

Aunque en Bolivia los opositores al gobierno de Evo Morales intentan mostrar que las relaciones entre La Paz y Brasilia están en su peor momento, Brasil fue el país más afectado por la crisis causada debido a la salida irregular del senador de Pando Róger Pinto, que huyó hace más de una semana con la ayuda del encargado de Negocios Eduardo Saboia.

Conocida la fuga asistida y desatada la crisis, la primera víctima fue, nada más y menos, el canciller Antonio Patriota, a quien le pidió la renuncia la presidenta Dilma Rousseff, notoriamente irritada por el hecho, según informes de prensa en el vecino país. Más tarde sufrieron las represalias el propio Saboia y quien fue embajador en La Paz y que iba a serlo en Suecia, Marcel Biato, esta vez por decisión del nuevo jefe de Itamaraty, Luiz Alberto Figueiredo.

No hay antecedentes en la región sobre un remezón de esa naturaleza, que por un caso aparentemente tan particular, como es el de Pinto, se llevó de una sola vez a un canciller, un embajador y un encargado de Negocios. Además, el impasse tiene connotaciones diplomáticas y políticas importantes debido a la condición de potencia que implica Brasil en la región y el mundo.

No es para menos. Por culpa de un funcionario de tercera línea, que alegó un “mandato” de Dios para su decisión, Brasil ha sufrido por sí sola una de sus peores crisis diplomáticas, aunque con pocos efectos en su relación con Bolivia, a juzgar por los resultados de la reunión que Rousseff y Morales sostuvieron el viernes durante la cumbre de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur).

Lo que evidencia esta situación es que la salida irregular de Pinto no fue homologada ni por el Gobierno de Brasil ni por Itamaraty, que echa por tierra el discurso de la oposición boliviana que arropa al senador en sentido de que aquel país puso sus buenos oficios a favor del político y al que se lo considera un “perseguido político”. A pesar de eso, Brasil y Bolivia resguardan sus relaciones.

El editor