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El Censo 2012 y el tiempo de lo nacional

La sombra de las sensibilidades regionales despierta, y ya se atisban los primeros nubarrones de los conflictos vinculados a los resultados del Censo Nacional de Población y Vivienda 2012, y las decisiones y adecuaciones que de él se desprenden.

Al parecer, nadie duda de que los datos arrojados por el Censo 2001 ya no sirven para hacerse una idea de la distribución de la población ni de las condiciones de vida de la gente. Esos datos no son pertinentes en este 2013 para planificar las grandes obras ni para tomar decisiones respecto a políticas públicas. Los datos de 2001 corresponden a otra Bolivia, una que era muy diferente a esta Bolivia posconstituyente y posnacionalización de los hidrocarburos, donde los gobiernos municipales reciben tres o cuatro veces más recursos que antes, al igual que los gobiernos departamentales.

Pero no son solamente las sumas y restas lo que ha cambiado en esta Bolivia de Evo Morales. También han cambiado los actores estatales, se ha ensanchado la participación, y los problemas y conflictos no son los mismos. Podemos hablar de una nueva cultura política en formación, que aún no se monta sobre aquélla del pacto político chato o del clan familiar, pero que arroja desde ya nuevas miradas y relaciones de poder.

Coincidiendo entonces que el Censo 2012 y los datos actualizados son no solamente necesarios, sino también urgentes para planificar y accionar sobre este nuevo país, asistimos con muchas preguntas a la iza de las primeras banderas por reivindicaciones regionales.

Era algo que se venía venir. Somos parte de un país que se construyó como colonia, con territorios desvinculados, por lo tanto, con regiones olvidadas desde un centro que históricamente tuvo su mirada volcada hacia afuera, ajeno a Bolivia y su gente, ansiando alejarse, distinguirse, separarse de aquello que le daba el sustento.

Parte de la historia boliviana ha sido jalada desde las luchas regionales en busca de integración nacional. Y los departamentos otrora olvidados y marginados generaron sus propias identidades y fortalecieron su ser región desde esa subsistencia por fuera del centro.

Eso fue el antes. Pero esto que nos aconteció a todas las bolivianas y a todos los bolivianos en los últimos años de insurrección y construcción del Estado Plurinacional, implicó también dejar la cotidianidad fragmentada para asistir a un evento crítico de cuestionamiento del sentido común, que ha dado paso a un proceso de construcción de nuevos pactos. La crisis, la ruptura o el hacer lo nuevo son también un acontecimiento unificador. La Asamblea Constituyente abrió un espacio de encuentro y reconocimiento que apunta a una identidad nacional fortalecida.

Pero también la lucha política ha resultado en un gobierno nacional fuerte, capaz de plantearse la Agenda Patriótica 2025, ya no con mirada de gestión presidencial, sino desde una mirada totalizadora de lo nacional. Ahora, las bolivianas y los bolivianos nos conocemos más y mejor que hace diez años. Ahora asistimos a un gobierno que despliega su fuerza económica en todas partes.

Es cierto que subsisten los encantamientos regionales, y es bueno que así sea. Es cierto que lo regional despierta aquella emotividad que no se doblega ante las razones y las explicaciones técnicas. Surgen las primeras apuestas a que los escaños puedan ser la piedra que detenga la marcha del liderazgo del presidente Evo Morales, a un año de las elecciones nacionales.

Sin embargo, también debemos considerar que la gente está pensando en su puente, en su escuela, en su hija compitiendo en los Juegos Plurinacionales, en su título agrario recién estrenado. ¿Será que los comités cívicos, que no le han dado nada de esto, podrán sacar a la gente de sus casas, llevarles a la calle, trancar la economía local por una autoridad legislativa más o menos?

La gente también debe estar pensando en la seguridad ciudadana, en la violencia doméstica, en su empleo, en la salud de la familia. ¿Será que los liderazgos locales pueden convencerla de que si tiene una diputada o diputado más ya no la van a asaltar en la calle?

Pienso en la Asamblea Legislativa Plurinacional que tenemos hoy, rebosante de dirigentes sociales, legítimos representantes de sus organizaciones y distritos, conocedores de la problemática del barrio, del gremio, del sindicato. Legisladoras y legisladores que sí vienen de la base, pero que al momento de llegar a la plaza Murillo dejan de ser gestores de lo local para convertirse en autoridades nacionales. ¿En qué medida las cuestiones regionales y locales son resueltas en el espacio legislativo nacional?

Las autoridades locales y los líderes regionales que se arremangan para luchar por escaños y aquéllas que suspiran porque la propuesta del Tribunal Supremo Electoral les es favorable, ¿seguirán creyendo que ese número determina el futuro de sus departamentos? Es un número que define la representación para escribir leyes nacionales en un espacio que ha dejado de tener el monopolio legislativo, para compartirlo con otras instancias también legislativas, presentes en los gobiernos departamentales y municipales.

Hoy tenemos autoridades municipales que se movilizan y protestan porque el censo dice que ha disminuido su población o que su población no ha crecido tanto como la de los otros municipios. Y no piensan que no alcanzan a gastar lo que ahora reciben. Y no piensan que además de las transferencias directas reciben Bolivia cambia Evo cumple, MiAgua y otros proyectos estratégicos.

Las bolivianas y los bolivianos ya no necesitamos pelear por las migajas. Ya nos apeamos de ese caballo. Esta Bolivia habla de lo posible: vinculación caminera, exportación de energía, industrialización de hidrocarburos, riego, agua potable para todas y todos.

Y sí, es nomás posible que en las próximas semanas asistamos a grandes movilizaciones regionales. Pero una arenga es también una promesa. Y las promesas exigen ser honradas. Ojalá que los líderes regionales vayan más allá de la papeleta electoral y piensen si el escaño resuelve la vida de la ciudadanía, porque después de la lucha es eso lo que les va a pedir la gente.

Las bolivianas y los bolivianos hemos cambiado y hemos llegado al tiempo en que es posible enrectar el destino y cambiar el rutinario sendero de la protesta regional, por la nueva ruta de la esperanza común.